Una vez en mi vida como profesor puse a mis alumnos de un grupo difícil ante una prueba complicada pero seductora. Apagué las luces y cerré ventanas, persianas y puerta. En la mesa del profesor puse una vela encendida y les hice acercarse alrededor de esta. Aquello duraría cinco minutos. Íbamos a hacer algo increíble: permanecer en silencio completo contemplando la vela a diferencia de la realidad del aula en que la vorágine solía invadirla y con ella un runrún y un verbalidad agresiva o burlona que nos impedía escuchar el silencio. Ese día lo hicimos y mis alumnos, fascinados, por la vela ardiendo y el silencio, tal vez recuerden maravillados la experiencia que vivieron.
Silencio. Es paradójico hablar del silencio en un blog que se expresa mediante la palabra y al que llegan comentarios que merecen nuevas palabras y no silencio. Pero esto es así. La realidad es paradójica y misteriosa. El silencio es enigmático frente al griterío que impone un perfil banal y chirriante. Buscad espacios de silencio, aislaos de las redes sociales, escapaos de las noticias y los telediarios, sumergíos en conversaciones en silencio con personas amadas. Caminad por el bosque viendo el prodigio del otoño y vuestros pasos tranquilos recorriendo la floresta. Buscad en el silencio, hondura y profundidad. Cuando se acaba la palabra, queda el silencio. Cuando permanecemos en silencio, todo es más sencillo. Podemos besar, abrazar, caminar, contemplar, vivir en profundidad. No hay nada más sensual que el silencio. El de un libro, el de la persona amada, el de un gatito que se acerca y te roza con su cabecita para expresarte en silencio su afecto.