jueves, 28 de diciembre de 2023

En el fondo está siempre la comunicación


Suelo hacer caminatas con un amigo con el que voy charlando cordialmente a lo largo de la excursión. Nuestros pareceres son muy contrastados, tan diferentes como si fuéramos un vegano radical y un carnívoro compulsivo. Tenemos proscrito el hablar de política y en cuanto surge el tema, lo orillamos. Él sabe que publico entradas y antes en el otro blog las leía aunque nunca comentaba. El otro día me dijo algo que me hizo pensar: que él no veía qué podía importarle a nadie su punto de vista acerca de las cosas. Y, pensado con lucidez, tiene razón. Hablar de cómo vemos la realidad o qué pensamos acerca de ella es algo intrascendente y no importa a nadie. Nada hay más calenturiento que nuestras aficiones, manías o devociones pías. ¿A quién diablos puede interesarle lo que piense un ciudadano anónimo que carece de toda relevancia? ¿No es más bien vanidad, ansia de figurar y de ser reconocido? He de reconocer que cuando leo en muchos blogs la plasmación de la personalidad del bloguero de modo que se proyectan sus simpatías y odios, sus gustos a antipatías..., me digo que qué interés tiene. Si me hablan de literatura, de toros, de política, de arquitectura, de sociedad... pienso que no dejan de ser apreciaciones subjetivas que no necesariamente he de compartir y mantengo mis distancias. Y ciertamente, la posición en el mundo de un sujeto no tiene mayor interés, salvo que la defina con un estilo netamente original y atractivo, pero lo de atractivo también es subjetivo. Hay blogs con cientos de comentarios y elogios mayoritarios cuyo estilo me parece vomitivo, hay blogs minoritarios cuyo planteamiento me parece excelente aunque al autor le importe un higo ser leído o no. Supongo que si publicamos -hacemos públicas nuestras reflexiones- es porque en el fondo no nos importa ser leídos y tal vez nos guste tanto como a un gato cazar gorriones o lagartijas, aunque se disimule. 

 

Publicar es un ejercicio de inmodestia porque entendemos que tenemos algo que decir en un mundo de decenas de millones de personas que publican tuits explicando sus animadversiones y fanatismos varios. Queremos decir algo, queremos ser escuchados, queremos expresar nuestra subjetividad y queremos que alguien se haga partícipe de ella dándole a los likes o que nos comenten. A la mayoría nos gusta gustar, ser aprobados y recibimos mal las opiniones contrarias. Una vez le dije a un poeta que sus poemas no me gustaban nada y se lo tomó a mal, tanto que no me perdonó jamás aunque le enviara un correo pidiéndole disculpas por mi intemperancia. 

 

Hay que dosificar cuidadosamente nuestros juicios porque ser demasiado sincero es peligroso y controvertido como una dosis de arsénico en la tortilla de patatas. La comunicación -ese tema que explicaba cada año en mis clases de lengua- es un ejercicio muy complejo en el que intervienen diversos factores como el emisor, el receptor, el código, el contexto y situación, el canal y, por supuesto, el mensaje. Parece algo simple pero es endiabladamente complicado establecer comunicación en un medio en que no nos vemos las caras, y presumiblemente, el emisor es alguien con un elevado ego, tanto como el del receptor. Y ambos se encuentran en un contexto que es la casa del emisor y en un medio electrónico en que se plasman mensajes en un código escrito, en este caso el castellano. 

 

A todos estos factores, hay que añadir la dificultad de que el que escribe un mensaje en una situación determinada -el conjunto de su vida y su realidad presente- escribe para personas que tienen situaciones bien diferentes -vidas bien diferentes- y que todos proyectamos sobre lo que leemos nuestros subtextos subjetivos. No es fácil, en definitiva encontrarse aunque muchas veces hagamos un gran esfuerzo por que esto sea posible mediante saludos, cortesía, cordialidad, despedidas afectuosas... Tal vez es necesario añadirle a todo una buena dosis de amabilidad, tolerancia y generosidad pero cada uno es cada uno, y hay a quien le sale todo esto con extrema facilidad y a otros les cuesta mucho más. 

 

No deja de ser un milagro la comunicación entre universos personales tan disímiles y complejamente distantes. No es sino un juego de egos luchando en la arena de un anfiteatro lleno de espectadores pidiendo sangre. Entiendo que es un ejercicio proceloso y puedo llegar a comprender la posición de mi compañero de caminatas de que es mejor el silencio, pero nosotros somos charlatanes y verborrágicos, además de vanidosos, una combinación peor que la de pasta italiana con mayonesa Hellmans. 

miércoles, 20 de diciembre de 2023


‘Matar al presidente’, ¿documental o fantasía épica sobre el asesinato de Carrero Blanco?

El coche del presidente de España Carrero Blanco, en el balcón de la Casa Profesa de Madrid, inmediatamente después del atentado. Nationaal Archief/Wikimedia Commons
David Mota Zurdo, Universidad de Valladolid

El 20 de diciembre de 1973 el comando Txikia de ETA acabó con la vida del presidente del Gobierno de la España franquista Luis Carrero Blanco, su escolta Juan Antonio Bueno y su chófer José Luis Pérez Mogena.

Su coche, un Dodge Dart negro, saltó por los aires cuando atravesaba la calle Claudio Coello de Madrid, relativamente próxima a la embajada de Estados Unidos, y acabó en el patio de un edificio de la Compañía de Jesús. Ese mismo día ETA se atribuyó el atentado en un comunicado.

Autores y tesis conspirativas

Las especulaciones que ha habido en torno a la autoría y motivaciones del magnicidio han sido de lo más variopinto: desde lo sospechoso del lugar en que se produjeron los hechos a considerar a ETA incapaz de cometer una acción de ese nivel técnico.

Carlos Estévez, Paco Mármol, Antonio Rubio y Pilar Urbano, entre otros, han lanzado hipótesis sobre la participación de fuerzas internas del régimen, de la CIA o de otro tipo de actores internacionales con una única fuente: la especulación. Sin apoyos documentales ni pruebas sólidas, coinciden en señalar que nadie quería vivo a Carrero, y en esa línea han explicado, por ejemplo, la incapacidad del Servicio Central de Documentación (SECED) para anticiparse a los planes de ETA, la ineficacia de las Fuerzas de Orden Público (FOP) para garantizar la seguridad del almirante o la “sospechosa coincidencia” de que el atentado se produjera junto a la embajada norteamericana. Las conjeturas son escalofriantes.

Según muchos de estos autores, los miembros de ETA fueron marionetas en manos de un agente externo, desde la CIA (incluso el KGB) a la masonería, pasando por los sectores franquistas disconformes, que se habrían encargado de que la investigación no prosperara.

Errores, desinformación y posverdad

Estas teorías de la conspiración y sus derivadas se recogen largo y tendido en Matar al presidente, que Movistar Plus+ ha puesto recientemente en antena. Una serie documental de tres capítulos que tiene el tono de otros productos basados en crímenes reales y un ritmo trepidante. Su director, Eulogio Romero, la ha definido como un ejercicio de esclarecimiento de unos hechos que “esconden mucho más de lo que parece” y ha hecho hincapié en el respeto a “todas las opiniones e investigaciones previas”.

Nada más lejos de la realidad. El documental apoya supuestas “versiones no oficiales” y el resultado es confuso. Veamos las tesis que se presentan y por qué son erróneas.

  1. No hubo investigación policial. Se insinúa que no se quiso investigar el magnicidio y que el caso “se dejó morir”. Esto es completamente falso. Según el exhaustivo estudio de Fernández Soldevilla y García Varela, se investigó durante cuatro años, como se confirma con el extensísimo sumario de más de tres mil páginas que han analizado.

  2. El sumario del caso estuvo perdido o escondido. Esta aseveración es errónea. Ni el sumario estuvo en la caja fuerte del Tribunal Supremo, ni se extravió. Siempre estuvo en el archivo judicial territorial de Madrid junto a otros sumarios afectados por la amnistía de 1977, motivo este último por el que no hubo condenados por el magnicidio.

  3. El explosivo utilizado en el atentado fue C4 de origen militar estadounidense. No es cierto. El compuesto de la bomba contra Carrero fue C2, como demuestran los informes y análisis contenidos en el sumario. Un explosivo que, además, fue obtenido en las sustracciones que ETA realizaba en diferentes polvorines, como sucedió en enero de 1973 en Hernani (Gipuzkoa).

  4. Se reitera constantemente que “alguien ayudó a ETA”. Este argumento es repetido a lo largo del documental. Sin embargo, en ningún momento se menciona a la única cómplice de la que sí hay constancia y confirmación de participación y colaboración necesaria en la logística del atentado: Eva Forest, que también tendría un papel imprescindible en la masacre de la cafetería Rolando de septiembre de 1974, como se recoge en el último episodio del pódcast Sierra Delta Contra.

  5. Nadie ha querido investigar. Falso. Muchos intervinientes se agarran a ese argumento para reforzar sus tesis conspirativas. Sin embargo, hay muchas investigaciones directas y complementarias sobre el magnicidio hechas por historiadores: Antonio Rivera, Toño Castellanos, Gaizka Fernández, Charles Powell y quien escribe, entre otros.

  6. El día antes del atentado avisaron con urgencia a Kissinger para que se fuera de Madrid. No hay pruebas tangibles para corroborar tal afirmación. Sí hay, en cambio, telegramas con recomendaciones de la embajada de Estados Unidos al secretario de Estado, uno de ellos del 7 de diciembre de 1973. Los norteamericanos temían por un ataque violento contra Kissinger debido al contexto convulso de España, marcado por el terrorismo de ETA y FRAP, la conflictividad laboral y estudiantil, y la escasa preparación de las FOP.

  7. Madrid no se cerró como una “jaula” para dejar escapar a los etarras. Claro que no. Y aunque se hubiera hecho no habría servido de nada porque los miembros de ETA se quedaron un mes en Madrid, escondidos, esperando a que bajara el nivel de alerta policial. Una medida que repitieron en el atentado de la cafetería Rolando de 1974, cuando tampoco se cerró la capital de España. Por tanto, esta teoría de la conspiración cae por su propio peso

  8. El dirigente de ETA Ezkerra trabajó para la CIA y vendió a otro líder de la banda, Txikia, para que lo matara la Policía. Esto es una conjetura. Es difícil aceptar esta afirmación cuando no hay fuente oral o escrita que lo avale. Si Ezkerra trabajó para la CIA habrá algún resto documental en los archivos norteamericanos, como sucede con otras personas de origen vasco que estuvieron en nómina del FBI.

La conclusión

Cuestiones como estas aparecen de forma recurrente en un documental donde se da prioridad al uso de la condicional y al relato frente a los hechos históricos. Estos, si bien son menos apasionantes, deberían ser los que predominen en un documental de rigor. ETA logró por sí sola poner en jaque al régimen franquista y la muerte de Carrero supuso una enorme propaganda para su causa.The Conversation

David Mota Zurdo, Profesor Titular de Historia Contemporánea, Universidad de Valladolid

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

sábado, 16 de diciembre de 2023

La biblioteca de Babel

Mi biblioteca es un caos. Está distribuida por varias ubicaciones en la casa, y en sus estanterías se agrupan miles de libros sin criterios fiables de clasificación. Hay algunos pero la mayoría están por afinidades inciertas, aunque lo cierto es que si un libro está en casa -y no lo he perdido porque lo he dejado hace años- suelo encontrarlo fácilmente por una suerte de intuición que me ha dado mi relación con los libros a lo largo del tiempo, aunque he tenido diversas bibliotecas que han perdido cientos de ejemplares en los traslados de domicilio que ha habido durante periodos distintos de mi vida.

 

Por otro lado, está mi biblioteca inmaterial, la de Kindle, donde hay cientos y cientos de libros que he comprado en los últimos doce años. No entiendo eso de bajarme libros de internet sin pagar. Lo encuentro una desvergüenza. Entiendo que mi amor por los libros incluye que deba pagar por ellos, pienso que la cultura es un bien que no debe de soslayar los derechos de autor, los de la creación. Esto lo entendíamos bien cuando los libros eran físicos, aunque podían dejárnoslos un amigo o sacarlos de una biblioteca. Cuando pago por un libro, me siento bien, aunque haya de rascarme el bolsillo. 

 

Este pandemónium organizativo de mi biblioteca es reflejo de mi personalidad desordenada en la que las cosas están dispersas, pero en un momento dado, soy capaz de encontrar el argumento y las palabras necesarias para organizar un pensamiento. 

 

Una de las acciones que más me atraen de mi relación empática con mi biblioteca es la de rescatar un libro que está en ella desde hace veinte, treinta o cuarenta años -anoto la fecha de compra y lo firmo- y leerlo por primera vez o tal vez releerlo, como me pasó con el espléndido relato que es Las ratas de Miguel Delibes que tenía fechado en 1993, en una nueva edición porque la que leí en mis tiempos universitarios se había perdido.

 

Darle una nueva vida a un libro me parece una acción maravillosa. 

 

Leer forma parte de mi vida, de hecho esta se estructura en torno a los libros que estoy leyendo en un momento dado, así desde que aprendí a leer. 

 

El otro día un amigo de caminatas me decía algo que me gustó y me identifiqué con ello. Él es un habitual lector de novelas policíacas, es casi su único género. Y me decía que le había marcado más en el terreno de la novela de investigación lo que había leído en su adolescencia, sobre todo Enid Blyton, que toda la novela moderna que había incorporado en sus años adultos. Le di la razón. Como se lee en la adolescencia no se puede volver a leer de mayor. Hay algo que se pierde. 

 

Anteayer en el metro me senté al lado de una mujer menuda negra -llevaba capucha- que estaba leyendo un ejemplar raído y desgastado de una novela del oeste tipo Marcial Lafuente Estefanía. La doblaba y se sumergía profundamente en ella. Ello me recordó con afecto que yo a mis catorce o quince años yo leí cientos de estas noveluchas del oeste que antes formaban parte de la cultura popular y de iniciación a la lectura. La admiré profundamente por la ternura que sentí hacia esta mujer anónima. 

 

Parte de mi personalidad, una parte muy importante, es los libros que he leído, no se me comprendería sin ellos. Y si imagino un mundo que venga tras este -algo que no descarto en absoluto- me imagino junto a una inmensa biblioteca en la que leería eternamente con una concentración absoluta, y querría leerme todos los libros del mundo, bueno, los que fueran excelentes. Pasar eones de tiempo leyendo, bebiendo horchata, y conversando, sería para mí una eternidad que merecería la pena. No me la pasaría mirando la perfección de Dios, o relacionándome con mis antepasados -qué horror- sino que estaría leyendo. Cada uno tiene el paraíso o infierno a su medida. Tal vez el mío, sea el de los lectores adictos a los libros, una enfermedad peor que la de ser adicto a la heroína. 

domingo, 10 de diciembre de 2023

Ponte en mi lugar


Hay muchas ocasiones en la vida en que nos encontramos en trances difíciles sea a nivel personal, familiar o político y anhelamos que alguien en concreto o de forma general se ponga en nuestro lugar, ansiamos que nos comprendan para que se puedan entender nuestras posiciones o puntos de vista. “Ponte en mi lugar” es nuestro mantra para intentar hacer cercano a alguien o alguienes que puedan escucharnos. 

 

Sin embargo, es un ejercicio complejo y mayormente estéril el aspirar a que alguien se ponga en nuestro lugar porque las cosas solo las comprende quien está dentro del pozo o de la desesperación. En realidad, nadie que esté fuera de nuestras circunstancias puede comprender en profundidad por qué sentimos así, por qué pensamos así, por qué actuamos así, y todo, por más que nos expliquemos es un ejercicio inútil e imposible porque nadie puede estar dentro de mí, nadie puede ponerse mis zapatos y asumir mi historia y mi prehistoria, nadie puede identificarse con todo lo que he vivido, todo son aproximaciones más o menos bienintencionadas pero espurias. Nadie puede ponerse en mi lugar a menos que se recurra a las consignas de grueso calibre. 

 

Nadie puede ponerse en mi lugar porque yo soy quien siento profundamente las cosas que me afectan. Y, en todo caso, hay lógicas contrapuestas y contradictorias que llevan a que la gente se posicione -qué inverosímil verbo este de posicionar- a favor de una cuestión u otra. Yo no puedo pedir a alguien que viva en Motril que me comprenda si no ha vivido la evolución de mi sociedad y dicha persona, que se alimenta de ideas bienintencionadas -qué terribles son las ideas bienintencionadas porque el infierno está lleno de ellas- es imposible que puede acercarse a mí; yo no puedo pedir a alguien que viva en Pozuelo de Alarcón que me comprenda si él no ha sentido el filo de la navaja en su cuello porque en realidad cada uno comprende lo que le toca vivir a lo que añade sus ideas, sus ideales y sus compromisos, y todo eso junto hace que cada uno tenga sentimientos complejos que hace que no se entienda nada de lo que uno vive, Y, además, por qué uno iba a pedir a alguien que lo comprendieran y que se pusieran en su lugar. ¿No es acaso una solicitud egoísta y que anhela el paternalismo? Nadie puede ponerse en nuestro lugar, es una utopía, y si lo hace por algún ejercicio mágico no deja de exponerse a sesgos muy peligrosos. He leído a gente muy inteligente diciendo auténticas tonterías, nadie está libre por ilustrado o espiritual que sea de decir insensateces, a decirlas o a pensarlas. Todos nos movemos en círculos muy inexactos y arriesgados. 

 

Supongo que aquellos que lean este artículo desatinado, anhelarían casos concretos en que pudiera aplicarse la materia de lo que estoy escribiendo, pero no lo voy a hacer porque sería desvirtuar todo lo que estoy desarrollando que es la imposibilidad real de que alguien viva por nosotros lo que nosotros estamos viviendo.

 

Imaginemos que nos torturan con agua hirviendo sobre nuestro cuerpo. ¿Cómo va a haber alguien que se ponga en nuestro lugar si no está viviendo lo mismo atrozmente? ¿Cómo alguien va a entender la muerte de alguien muy cercano si no ha vivido lo mismo que yo? ¿Cómo se va a entender el desamor si no lo viven en mi mismo lugar? ¿Cómo va alguien a entender el aplastamiento político y social de los que piensan como yo, de los que sienten como yo, en un lugar concreto de España? Todo son imposturas. Nadie puede entender sino lo que está viviendo en primera persona y en un momento concreto. Nadie puede entender y ponerse en mi lugar cuando estoy muriendo, cuando llegue ese día en que yo muera. Todo es pose, todo es simulación en los tanatorios porque la muerte solo la entiende quien muere, y por delegación aquellas personas cercanas que lo han amado. Nadie puede ponerse en el lugar de la persona que muere. En realidad la vida es un ejercicio de poses de personas que simulan ponerse cerca de nosotros pero no es posible. Nadie puede entender a nadie salvo por un complejo mecanismo de identidad que es más falso que Judás.


lunes, 4 de diciembre de 2023

Entre Escila y Caribdis

El sábado en la entrada del Mercadona vi algo que me estremeció: tres niñitas de siete u ocho años cubiertas totalmente menos la cara por las abayas Parecían monjitas. Estaban al lado de su madre igualmente cubierta. El padre, con gruesa barba negra, vino después para controlarlas. Yo miré a una de las niñas y esta me miró. Nos miramos. Desolación. 

 

Este fin de semana un iraní de nacionalidad francesa ha acuchillado al grito de Allah es grande a un turista alemán y lo ha asesinado, además de atacar a dos turistas más a los que ha herido. 

 

No todos los musulmanes son iguales. Hay muchachas marroquíes que van sin velo y que caminan desenvueltas con sus galas sexys. 

 

Hace medio mes viví en Martorell un fin de semana en un barrio donde la inmensa mayoría de los habitantes eran musulmanes, probablemente marroquíes. Todo en la zona eran comercios halal, bares, restaurantes, mercadillo, vestimentas, etc. 

 

La Europa tradicional, la de herencia cristiana o laica, empieza a ser consciente de que el Islam es una presencia real y masiva en nuestras sociedades lo que notamos por disturbios en distintos países como en Francia, Suecia, Alemania, Bélgica, Dinamarca... En Holanda acaba de cambiar el gobierno y una de sus motivaciones son las líneas rojas que no se quieren cruzar en este tema ante una avalancha de musulmanes que están llegando sin parar. 

 

En Francia hay disturbios gravísimos cuando la policía interviene con más o menos torpeza en un caso de delincuencia que acaba en muerte de un ladrón de coches. Pero no hay reacciones cuando un magrebí viola a una mujer repetidamente y le introduce un palo de escoba en sus partes más íntimas.

 

Continuamente están llegando embarcaciones cargadas de inmigrantes a nuestras costas mediterráneas o atlánticas. Todos son musulmanes provenientes del Sahel, Afganistán, Irak, Somalia, etc. 

 

Durante décadas pero más recientemente, Europa está siendo invadida por diversos motivos que vamos a enumerar: causas bélicas -guerras en sus países-, causas económicas -pobreza en sus sociedades-, causas climáticas -desertificación, falta de lluvias para sus cosechas, pobreza de nuevo-. 

 

Europa es una tierra de acogida para millones de inmigrantes que llegan pero no se integran. La interculturalidad es un mito, y el multiculturalismo, una patraña. Llegan y viven como pueden con ayudas sociales muy abundantes pero no se integran en los países de adopción. Francia es un caso flagrante porque tiene seis o siete millones de norteafricanos de nacionalidad francesa que rechazan los valores de su cultura, a pesar de ser inmigrantes de segunda o tercera generación, y contar con las pingües ayudas económicas que reciben. Odian Francia, sus valores, su historia, su himno y su cultura. Se identifican con la tierra de sus ancestros, aunque no la hayan vivido.

 

Uno se pregunta qué se puede hacer y no tiene respuestas. Puede llegar a pensar que no hay solución y que la Europa de aquí a veinte o treinta años va a ser la Eurabia de que hablaba Oriana Falacci, con una natalidad bajo mínimos por parte de los occidentales y una natalidad  muy alta por parte de los musulmanes que no atienden a razonamientos de oportunidad a la hora de tener hijos que se van incorporando a la rabia contra occidente porque no se integran sino en grado mínimo o simplemente nos odian. 

 

¿Qué hacer ante la llegada diaria de cayucos a nuestras costas y a nuestros territorios? Pensar en otra cosa que acogerlos nos parece criminal y nos culpabiliza gravemente en nuestra conciencia humanitaria, pero a la vez es suicida para nuestro modo de vida, para nuestros valores y nuestra cosmovisión. 

 

Es el dilema que vivió Ulises entre Escila y Caribdis, ser criminales o ser suicidas. 

 

He ahí la cuestión. 

El proceso de desnazificación de Alemania

Estoy leyendo  Postguerra  de Tony Judt, libro que aborda la historia de Europa en los años posteriores al final de la guerra mundial y abar...