El sábado en la entrada del Mercadona vi algo que me estremeció: tres niñitas de siete u ocho años cubiertas totalmente menos la cara por el chador. Parecían monjitas. Estaban al lado de su madre igualmente cubierta. El padre, con gruesa barba negra, vino después para controlarlas. Yo miré a una de las niñas y esta me miró. Nos miramos. Desolación.
Este fin de semana un iraní de nacionalidad francesa ha acuchillado al grito de Allah es grande a un turista alemán y lo ha asesinado, además de atacar a dos turistas más a los que ha herido.
No todos los musulmanes son iguales. Hay muchachas marroquíes que van sin velo y que caminan desenvueltas con sus galas sexys.
Hace medio mes viví en Martorell un fin de semana en un barrio donde la inmensa mayoría de los habitantes eran musulmanes, probablemente marroquíes. Todo en la zona eran comercios halal, bares, restaurantes, mercadillo, vestimentas, etc.
La Europa tradicional, la de herencia cristiana o laica, empieza a ser consciente de que el Islam es una presencia real y masiva en nuestras sociedades lo que notamos por disturbios en distintos países como en Francia, Suecia, Alemania, Dinamarca... En Holanda acaba de cambiar el gobierno y una de sus motivaciones son las líneas rojas que no se quieren cruzar en este tema ante una avalancha de musulmanes que están llegando sin parar.
En Francia hay disturbios gravísimos cuando la policía interviene con más o menos torpeza en un caso de delincuencia que acaba en muerte de un ladrón de coches. Pero no hay reacciones cuando un magrebí viola a una mujer repetidamente y le introduce un palo de escoba en sus partes más íntimas.
Continuamente están llegando barcos cargados de inmigrantes a nuestras costas mediterráneas o atlánticas. Todos son musulmanes provenientes del Sahel, Afganistán, Irak, Somalia, etc.
En pocos años Europa está siendo invadida por diversos motivos que vamos a enumerar: causas bélicas -guerras en sus países-, causas económicas -pobreza en sus sociedades-, causas climáticas -desertificación, falta de lluvias para sus cosechas, pobreza de nuevo-.
Europa es una tierra de acogida para millones de inmigrantes que llegan pero no se integran. La interculturalidad es un mito, y el multiculturalismo, una patraña. Llegan y viven como pueden con ayudas sociales muy abundantes pero no se integran en los países de adopción. Francia es un caso flagrante porque tiene seis o siete millones de norteafricanos de nacionalidad francesa que rechazan los valores de la cultura francesa a pesar de ser inmigrantes de segunda o tercera generación, y contar con las inmensas ayudas económicas que reciben. Odian Francia, sus valores, su historia, su himno y su cultura.
Uno se pregunta qué se puede hacer y no tiene respuestas. Puede llegar a pensar que no hay solución y que la Europa de aquí a veinte o treinta años va a ser la Eurabia de que hablaba Oriana Falacci, con una natalidad bajo mínimos por parte de los occidentales y una natalidad generosa por parte de los musulmanes que no atienden a razonamientos de oportunidad a la hora de tener hijos que se van incorporando a la rabia contra occidente porque no se integran sino en grado mínimo o simplemente nos odian.
¿Qué hacer ante la llegada diaria de pateras a nuestras costas y a nuestros territorios? Pensar en otra cosa que acogerlos nos parece criminal y nos culpabiliza gravemente en nuestra conciencia humanitaria, pero a la vez es suicida para nuestro modo de vida, para nuestros valores y nuestra cosmovisión.
Es el dilema que vivió Ulises entre Escila y Caribdis, ser criminales o ser suicidas.
He ahí la cuestión.