lunes, 4 de diciembre de 2023

Entre Escila y Caribdis

El sábado en la entrada del Mercadona vi algo que me estremeció: tres niñitas de siete u ocho años cubiertas totalmente menos la cara por el chador. Parecían monjitas. Estaban al lado de su madre igualmente cubierta. El padre, con gruesa barba negra, vino después para controlarlas. Yo miré a una de las niñas y esta me miró. Nos miramos. Desolación. 

 

Este fin de semana un iraní de nacionalidad francesa ha acuchillado al grito de Allah es grande a un turista alemán y lo ha asesinado, además de atacar a dos turistas más a los que ha herido. 

 

No todos los musulmanes son iguales. Hay muchachas marroquíes que van sin velo y que caminan desenvueltas con sus galas sexys. 

 

Hace medio mes viví en Martorell un fin de semana en un barrio donde la inmensa mayoría de los habitantes eran musulmanes, probablemente marroquíes. Todo en la zona eran comercios halal, bares, restaurantes, mercadillo, vestimentas, etc. 

 

La Europa tradicional, la de herencia cristiana o laica, empieza a ser consciente de que el Islam es una presencia real y masiva en nuestras sociedades lo que notamos por disturbios en distintos países como en Francia, Suecia, Alemania, Dinamarca... En Holanda acaba de cambiar el gobierno y una de sus motivaciones son las líneas rojas que no se quieren cruzar en este tema ante una avalancha de musulmanes que están llegando sin parar. 

 

En Francia hay disturbios gravísimos cuando la policía interviene con más o menos torpeza en un caso de delincuencia que acaba en muerte de un ladrón de coches. Pero no hay reacciones cuando un magrebí viola a una mujer repetidamente y le introduce un palo de escoba en sus partes más íntimas.

 

Continuamente están llegando barcos cargados de inmigrantes a nuestras costas mediterráneas o atlánticas. Todos son musulmanes provenientes del Sahel, Afganistán, Irak, Somalia, etc. 

 

En pocos años Europa está siendo invadida por diversos motivos que vamos a enumerar: causas bélicas -guerras en sus países-, causas económicas -pobreza en sus sociedades-, causas climáticas -desertificación, falta de lluvias para sus cosechas, pobreza de nuevo-. 

 

Europa es una tierra de acogida para millones de inmigrantes que llegan pero no se integran. La interculturalidad es un mito, y el multiculturalismo, una patraña. Llegan y viven como pueden con ayudas sociales muy abundantes pero no se integran en los países de adopción. Francia es un caso flagrante porque tiene seis o siete millones de norteafricanos de nacionalidad francesa que rechazan los valores de la cultura francesa a pesar de ser inmigrantes de segunda o tercera generación, y contar con  las inmensas ayudas económicas que reciben. Odian Francia, sus valores, su historia, su himno y su cultura. 

 

Uno se pregunta qué se puede hacer y no tiene respuestas. Puede llegar a pensar que no hay solución y que la Europa de aquí a veinte o treinta años va a ser la Eurabia de que hablaba Oriana Falacci, con una natalidad bajo mínimos por parte de los occidentales y una natalidad generosa por parte de los musulmanes que no atienden a razonamientos de oportunidad a la hora de tener hijos que se van incorporando a la rabia contra occidente porque no se integran sino en grado mínimo o simplemente nos odian. 

 

¿Qué hacer ante la llegada diaria de pateras a nuestras costas y a nuestros territorios? Pensar en otra cosa que acogerlos nos parece criminal y nos culpabiliza gravemente en nuestra conciencia humanitaria, pero a la vez es suicida para nuestro modo de vida, para nuestros valores y nuestra cosmovisión. 

 

Es el dilema que vivió Ulises entre Escila y Caribdis, ser criminales o ser suicidas. 

 

He ahí la cuestión. 

martes, 28 de noviembre de 2023

El dolor de existir anestesiado

He hecho dos viajes a Madrid en los dos últimos años para ver obras de Angélica Liddell, autora catalana, cuyo teatro es abierta llaga que sangra. Ver un espectáculo de Angélica es enfrentarse a un desafío en que vas a ser puesto en el límite de un acto litúrgico y sagrado que se desarrolla en el escenario donde habrá violencia, tensión y tragedia para hacernos estar incómodos en nuestros asientos de buenos burgueses biempensantes. Su teatro y su obra literaria chocan tanto con nuestro estilo de vida acomodado que nos ponen tensos y no comprendemos cómo es posible vivir tan en el límite, tal como si cada día de la autora tuviera que elegir si se ahorca o se da un día más de vida. 

 

Nuestra vida ha excluido lo sagrado de nuestros vértices existenciales. Somos esencialmente materialistas, no creemos en nada que signifique sentido que vaya más allá de una existencia banal y estúpida sin mayores riesgos vitales que, en su final, nos inyecten sedantes -morfina- para acelerar el tránsito hacia la nada. Nadie cree en nada, somos escépticos y cínicos, y solo nos atraen los valores humanitarios para intentar justificar nuestros pobres días sin dimensión que oscilan entre el último pedo que nos echamos o el regüeldo que diría Sancho ante una comida grasosa.

 

Pero ¿qué es una vida profana que haya perdido su vinculación con lo sagrado? En principio es una vida utilitaria y débil que solo espera lo más cómoda posible que el tiempo pase y no sea demasiado terrible la transición hacia el no ser, ese no ser del que creemos provenir. Y en medio, series, espectáculos, centros comerciales, creencias políticas, aficiones deportivas, tapas en los bares, algún libro y, sobre todo, opiniones triviales acerca de todo, un todo que carece de sentido porque carece del elemento de la sacralidad. 

 

Decir que somos inanes es demasiado contundente pero es lo que pienso. Angélica Liddell nos pone en la tesitura de decidir si nuestra existencia sigue siendo tan banal como ella piensa, aunque la aplaudamos, o si decide erguirse y arriesgarse a tomar el centro de la plaza y afirmarse en el caos del universo. Supongo que los escasos lectores de este blog que ha huido de otros ámbitos más cómodos, se sienten desconcertados porque el autor no es precisamente un ejemplo de nada de lo que pregona: es banal, es trivial, es superficial y no es precisamente el oficiante de un sacrificio que implique la propia existencia en el juego a muerte que nos aflige. 

 

Cuando era joven, leía con fruición obras existencialistas que buscaban un sentido, aunque no pareciera tenerlo. Leí a Beckett, a Kierkegaard, a la Youcernar, a Michel Tournier y su maravilloso libro Viernes o los limbos del Pacífico, leía a Nietzsche, leía dinamita pura para hacerme saltar por los aires en un juego devastador. Pero el tiempo ha pasado y me he ido acomodando, pero no he sido yo solo el que se ha acomodado, es toda una sociedad que ha elegido el camino de la sobriedad y no el de la locura, el camino del sosiego antes que el sendero místico. Solo la lectura de Angélica me lleva de nuevo a ese sentimiento de orfandad y de desarraigo ante la feria de la vulgaridad. Pero ya es tiempo perdido, nos espera el último restaurante de moda, el Napoleón de Ridley Scott, el último libro de Muñoz Molina -al que tanto admiré-, los últimos pactos políticos, la llamada ingenua y boba del progresismo que ha renunciado a casi todo por el ansia de sentirse bueno y justo ante un mundo que exige fuerza y decisión aunque ello implique sentirse sucio y delirante. 

 

Los monjes son los últimos rebeldes. Comer bocadillos de calamares y pasta italiana son los mejores remedios para el dolor de existir. No vivimos, hacemos como si lo hiciéramos. En nuestras manos se concita toda la banalidad de existir sin sentir que haya algo que nos trascienda. Somos próximos al chiste de Jaimito, si es que Jaimito no fuera un intelectual que nos juzga por imbéciles. 

sábado, 25 de noviembre de 2023

De alucinaciones y absurdos

Una de las cosas que más me sorprende cuando debato o leo interpretaciones sobre cualquier tema es que todas son congruentes subjetivamente. En el interior de la mente de cada uno de nosotros hay una coherencia íntima que nos impulsa para comprender todo lo que nos rodea a todos los niveles, sean humanos, políticos, religiosos, intelectuales, etc. Todo el mundo posee una lógica interna, aunque vista desde fuera, parezca absurda o arbitraria. La citada lógica se fundamenta en creencias, en intereses, en imposturas, en suposiciones, en convicciones que provienen esencialmente de emociones y sentimientos que se han ido decantando desde la infancia. Creemos en lo que nos es más fácil creer y esas creencias nos dan base y proyectamos sobre la realidad esa cosmovisión por más relativa que pueda parecer. Así pues, todos vivimos una suerte de alucinación íntima que nos permite reconocer y delimitar todo el ámbito incognoscible de la realidad que se escapa peligrosamente. Vivimos en medio de alucinaciones controladas sin que sean tipo psicosis o esquizofrenia. Son alucinaciones controladas que nos hacen sentir el mundo que alcanzamos a ver como somos nosotros, no como es en realidad. Dentro de esa soledad de la alucinación personal hay muchos mecanismos para encontrar otros que la compartan. Cualquier idea por extravagante que sea puede hallar a otros que digan que también es la suya. Por ejemplo, los terraplanistas; por ejemplo, los antivacunas; por ejemplo, los nacionalistas. Es un ejercicio apasionante considerar quiénes nos van a acompañar en nuestro ejercicio alucinatorio y es fuente de fuertes emociones descubrir compañeros en ese salto quasi cósmico por encontrar a viajeros que vayan con nosotros. 

 

Hay también seres singulares cuya alucinación es tan potente que logran que una sociedad los siga como gurús, son los líderes, generalmente mediocres, pero cuyas alucinaciones son tan congruentes y vulgares que se apoderan de grandes zonas de una sociedad. No sería explicable Hitler sin comprender que su alucinación fue compartida por millones de alemanes que lo siguieron en un sentido u otro, porque las alucinaciones tienden a extenderse en sujetos que necesitan que alguien les dé sentido ante la falta de recursos personales para lograrlo por sí mismos. Pero no es necesario llegar a Hitler para comprobar que individuos grises logran apoderarse de toda una sociedad. Pienso en el oscuro carisma de Sánchez que ha sido capaz de lograr el poder y ser investido por más infame y cambiante que sea su discurso. Ha logrado extender su alucinación a buena parte de la sociedad y no es necesario ser necio o estúpido para compartir su cosmovisión. Es algo más complejo porque las alucinaciones son contagiosas y penetran en capas subconscientes de la psique humana. Por más singulares que pretendamos ser, nuestro mundo personal no deja de estar marcado por la alucinación que siempre es congruente. Por eso, es inútil debatir. Nadie está dispuesto a salirse de su alucinación que le da fundamento. Hay, no obstante, a veces acercamiento entre ellas y da lugar a los clubes, a los movimientos de masas, a las manifestaciones políticas, a las creencias compartidas... También dicha cercanía es el territorio del amor, de la amistad, de la empatía...

 

Por eso, cuando pienso algo, me interrogo sobre el sentido de la alucinación que le da base. Me doy cuenta de que proyecto mi psique sobre el sentido del mundo intentándolo apresar. Y soy coherente, pero me encuentro enfrente otras coherencias también sumamente poderosas, y esto me admira y soy consciente de que todo diálogo es inútil e imposible. La vida es una suma de congruencias muy potentes que se articulan como edificios sólidos, y es, gracias, a esos delirios por los que podemos seguir vivos sin perder la razón. Y también nos da idea de la textura absurda de la realidad que alcanzamos a conocer y de la vida social y comunitaria. Somos seres que vivimos esencialmente en el absurdo, aunque nuestras alucinaciones nos lo hagan percibir como inteligible.  

martes, 21 de noviembre de 2023

Muros


He pasado cinco días con un amigo de Burgos que conocí en el camino de Santiago de 1993, hace treinta años. Lo hice entre el otoño y el invierno de aquel año, de modo que llegué a Santiago a primeros de diciembre. Había empezado casi un mes antes en Roncesvalles. Muchas etapas las hice solo sobre todo al principio, pero a partir de Burgos encontré a algún entrañable compañero de viaje. El primero fue Paco Luis, un hombre divertido al que fui a ver a su Málaga residencial en un par de ocasiones posteriormente. Nos reíamos sin parar a costa de la política y todo lo imaginable. Él era votante del PP y yo del PSOE y no dejábamos de bromear al respecto sin acritud, ni muros de separación como los que existen ahora. La derecha y la izquierda eran diversas posiciones ante las cosas pero que no entrañaban un muro de veneno y odio irreconciliables. Nos despedimos en León donde se hizo una foto con un viejo militante republicano con una pancarta alusiva a su participación en la guerra. La última noche cenamos juntos en un buen restaurante con una botella de vino de Ribera del Duero y estuvimos hablando de la guerra civil que él vivió como adolescente, aunque no combatió por poco. Paco me aseguraba, valorando la realidad del conflicto. “Tú, José Luis, tal como eres, te hubieran matado unos u otros”. Esto me hizo pensar. No sé qué hubiera hecho en esa tesitura, pero desde entonces me supe miembro de la que se llamó la Tercera España. Chaves Nogales se fue de España a los pocos meses de estallar la guerra tras escribir un libro paradigmático titulado “A sangre y fuego”, que se puede considerar de culto y en el que se expone abiertamente la crueldad, el sectarismo y la terrible violencia de unos y otros. Eso no quiere decir que Chaves no fuera o no se sintiera republicano, pero en aquella tesitura, la república era una fachada que convenía mantener pero en la que no se creía por parte del bando popular. Una vez leí que fue una república sin republicanos. Se la odiaba por parte de las dos fuerzas antagonistas. A Chaves Nogales, republicano liberal, lo odiaban unos y otros y ha tardado mucho en ser aceptado y reconocido. He pensado mucho en este tema desde entonces y tiemblo cuando veo pintadas que expresan: la única luz que brilla en una iglesia es cuando arde. Supongo que los que me leen la habrán visto alguna vez, pero a mí me hace temer lo peor. 

 

El camino de Santiago, cuando no era una competición deportiva, daba para mucho a lo largo de un mes en que uno no tenía ninguna otra obligación sino caminar cada día veintitantos kilómetros por los parajes de la Rioja, de Castilla, Leon y Galicia. Cuando me separé de Paco Luis, seguí camino entristecido tras haberme acostumbrado a la compañía. En León contraje una gripe que me llevó a sufrir temperaturas de cuarenta grados, pero encontré a José Ángel, el amigo de Burgos, con el que seguí hasta Santiago pasando algunas tardes y noches de tiritera en que me pusieron varios sacos encima. Aun así, seguí tomando antitérmicos y a los dos o tres días había superado el pico de la gripe y me vi pletórico de fuerzas y algún día hice etapa y media llegando a los cincuenta kilómetros en una jornada. José Ángel ha venido a verme unos días y hemos estado juntos hablando de aquel camino. Ambos hemos hecho siete y ocho caminos de diferente trazado, más allá del Camino Francés. José Ángel conoce miles de chistes y anécdotas sin fin. Recuerdo el trazado entre Ponferrada y Villafranca del Bierzo con elevada fiebre y él contándome chistes sin parar. Tenía cientos de páginas de ellos. La vida nos ha cambiado en treinta años, pero aún amamos caminar como ejercicio vital. Una de las peores amenazas que temo es que tuviera alguna lesión y no pudiera caminar. Hacerlo es un ejercicio filosófico, ver el cielo por encima de uno, y sentir los pies en la tierra, uno tras de otro, me inspira. 


Recuerdo a Paco Luis y a José Ángel de aquel camino mítico de 1993. Tengo un diario del viaje que escribía cada día por la tarde. Y recuerdo que la que entonces era mi novia, y luego mi mujer, vino a buscarme en avión a Santiago e hicimos un recorrido por las Rías Bajas, probando mariscadas y bebiendo vino turbio. Rosa Mari me preguntó si no tenía ganas de volver a la vida normal y yo, espeluznado, le contesté con un categórico: ¡¡¡¡No!!!! ¿Cómo uno va a ansiar cambiar la vida de peregrino -que tiene también sus momentos duros y jodidos- con la vida de estar encerrado en un edificio, entre paredes de ladrillos, trabajando o llevando la vida cotidiana! Tuve que volver, pero la vocación de caminante en cualquiera de sus posibilidades permanece en mí. Caminando se aprende mucho y yo sé que, recordando a Paco Luis, yo hubiera huido de aquello, y si pudiera también huiría de “esto” de ahora que nos aflige y nos llena de temores porque se siguen levantando muros. 

 

miércoles, 15 de noviembre de 2023

La pesadilla sueca


Muchos hemos visto en Suecia un país avanzado y admirable, perteneciente a Escandinavia, una región rica y progresista en cuanto a valores humanos y sociales. Sin embargo, las últimas noticias acerca de Suecia nos la muestran como un país en que reina una extrema violencia, fruto de la lucha entre bandas de narcotraficantes que utilizan a niños-soldado para sus atentados y venganzas dado que estos son inimputables legalmente. Hay ejecuciones de menores, bombas y un desprecio por las vidas de inocentes abatidos en el fuego cruzado. Las informaciones que llegan hablan de una violencia que causa decenas y decenas de muertos cada año, y una cantidad de treinta mil miembros en las bandas que se combaten causando no solo muertos entre ellos sino víctimas que no tienen nada que ver con sus disputas. 

 

Los que mueven los hilos de la violencia viven fuera de Suecia, refugiados en países de que no pueden ser extraditados como Turquía que mantiene con Suecia litigios abiertos porque el país escandinavo no extradita a kurdos acusados de terrorismo en Turquía. 

 

Las principales ciudades tienen barrios en que se amontonan más de quinientos mil inmigrantes que han ido llegando por la política humanitaria de Suecia que se enorgullecía de ser un paraíso multicultural pero el paraíso se ha transformado en pesadilla y el país nórdico se ha convertido en el que se producen más muertes de Europa por arma de fuego y bombas. Y ello confirma que la política de inmigración, emblema generoso de Suecia, ha fracasado y ahora se enfrentan a centenares de miles de inmigrantes que no tienen ningún interés en integrarse en la cultura sueca y muchos de ellos, niños, sí que se integran en la cultura lucrativa de bandas que recluta tres miembros cada día, lo que hace mil y pico cada año, y que se sienten protegidos por las organizaciones criminales y sabiendo que, aunque asesinen, solo pueden pasar tres o cuatro años en alguna institución educativa. 

 

En Suecia el 5% de la población, unas 550000 personas, viven en barrios vulnerables en donde proliferan las bandas de niños-soldado. 

 

Hace año y medio, la entonces primera ministra sueca, la socialdemócrata Magdalena Andersson, declaró que el país había fracasado a la hora de integrar a las grandes cantidades de inmigrantes acogidos en las dos últimas décadas, lo que ha producido que se hayan creado sociedades paralelas junto a la irrupción de las bandas. El actual jefe de gobierno, el moderado Kristerson, dijo en una intervención en el Parlamento que lo que está pasando es una crisis nacional autoinfligida y sobre ello el consenso es casi general y se lamenta el buenismo y la falta de un debate abierto sobre la composición étnica o sobre las consecuencias de que Suecia recibiera a tantos inmigrantes que se han agrupado en suburbios, cada vez más degradados y en situaciones de precariedad social. Durante muchos años, los distintos gobiernos suecos se dedicaron a destacar el presunto impacto positivo del multiculturalismo. Y ahora se habla incluso de que el ejército va a intervenir para intentar controlar la situación, aunque será difícil por la laxitud de las leyes suecas para enfrentarse a delitos graves por parte de menores. 

 

Hay una serie en Filmin, titulada La delgada línea azul sobre la policía sueca en que se muestran sus conflictos personales en relación con su trabajo, y el espectador asiste incrédulo a la tensión y violencia de la sociedad sueca, así como a la explotación de inmigrantes que mueren hacinados y prisioneros en cárceles que les han preparado sus compatriotas. El paraíso sueco produce espanto. 

 

viernes, 10 de noviembre de 2023

Arte prohibido

Recientemente se ha abierto en Barcelona una exposición titulada Arte prohibido en la casa Garriga Nogués, en la calle Diputación 250, en la que se exponen unas doscientas obras de la colección de Tatxo Benet que han sufrido en algún momento la censura o bien han sufrido agresiones. 

 

Todo empezó en ARCO 2018 cuando una obra de Santiago Sierra, Presos políticos, fue retirada de la edición de la feria. Tatxo Benet vio que ahí había un filón y la compró inmediatamente, y tuvo entonces la idea de comprar todo tipo de obras que hubieran sufrido un episodio de censura o agresión en alguna exhibición. Otra obra que atrajo su interés fue la de Ines DOUJAK, La bestia y el soberano, en que se ve desnudo a Juan Carlos I, sodomizado por una mujer indígena latinoamericana. La obra fue retirada del MACBA en medio de un escándalo, en el que no tuvo nada que ver la Casa Real española. 


 

La primera exposición con dichos fondos se exhibió en Lérida en el 2020 y tuvo casi doscientos mil visitantes. Ahora la exposición entera se puede ver, como digo, en Barcelona. 

 

Según el galerista, la libertad de expresión no debe tener límites y todo aquello que el pensamiento es capaz de crear puede y debe ser expresado, algo que, como podemos experimentar, no es así de ninguna manera. 


 

Recorrí las salas de la exposición con curiosidad. Vi un cristo sobre un reactor, vi otro mac Jesús con los perfiles de MacDonalds sobre una cruz, una virgen masturbándose -esta fue rajada en una exposición-, otra imagen de Teresa de Jesús también acariciándose el clítoris, una imagen del cristo sumergido en orina. 

 

Otra imagen es de Franco comprimido en una máquina expendedora de Cocacola... Una mujer con obesidad mórbida desnuda durmiendo mientras un operario de MacDonalds limpia el cristal... 

 

Mi impresión al ver la exposición fue de dudas. Es fácil parodiar imágenes consideradas sagradas, no tiene coste alguno. Exhibir un cristo con la imagen del personaje de MacDonalds no tiene peligro, más allá de algún pequeño escándalo, o una virgen María masturbándose es igualmente inofensivo, pero no vi por ningún lado las imágenes de Mahoma que publicó Charlie Hebdó que causaron un atentado en que murieron nueve personas. Ahí sí que hubiera visto que era realmente una exhibición contra la censura pero, sin duda, Tatxo Benet nos diría que él no es suicida porque los islamistas no se andan con bromas. 

 

Tampoco vi clara la representación de la censura woke, más allá de algún detalle. No me imagino un miembro de LGTBiQ+ ironizado o ridiculizado públicamente, o seguro que hay muchos casos de imágenes que sabemos imposibles en nuestra sociedad progresista en que se impide plantear muchas cosas fuera del anonimato de las redes sociales. 

 

No estoy de acuerdo en que la libertad de expresión no tenga límites, los tiene y muy claros: no se podría ironizar sobre un hombre que asesinara a su pareja por celos. Sin duda, hay una autocensura muy potente que hace que muchas ideas no se puedan representar. En Cataluña mismamente hay una censura total sobre todo lo que represente lo español. Solo hay que pintar en una pared un graffiti con la bandera española o solo la palabra España y fácilmente podemos saber qué pasará a continuación. Las exhibiciones culturales del ámbito catalán exponen una visión sesgada de la realidad y pasado de Cataluña en relación con España, y nadie puede plantearlo de un modo diferente porque no tendría ninguna vía expresiva ni institución que lo validara. 

 

No veo que realmente la exposición sea el reflejo de la censura real que se ejerce contra las ideas, muchas de las cuales en el mundo del cine, de obra artística o de la literatura no pueden ser recreadas porque existe una terrible censura inconsciente que impide que nadie se atreva a hacerlo y ya de paso, que nadie financiaría o exhibiría públicamente. 

 

Veo la muestra como un juego anecdótico sobre la censura que traerá millonarios ingresos a nuestro galerista, socio de Mediapro y aliado de Jaume Roures, ahora defenestrado por los chinos. 

 

No obstante, es interesante ver esta muestra que da una idea sesgada de la censura en España y en el mundo. Las ideas más peligrosas sencillamente no se pueden plasmar, en todo lo que se exhibe no veo el menor riesgo. 

 

Entre Escila y Caribdis

El sábado en la entrada del Mercadona vi algo que me estremeció: tres niñitas de siete u ocho años cubiertas totalmente menos la cara por el...