Estos días la muerte me ha rozado de cerca. Ha muerto la madre de mi mujer que vivía con nosotros desde hace siete años. Nos enteramos de su muerte en Galicia donde pasaba unos meses entre prueba y prueba oncológica pues padecía cáncer desde hace treinta y cinco años, pero los valores tumorales estaban estables y el cáncer parecía detenido. Sin embargo, ella en el momento más pletórico de su vida, en una aldeíta de Lugo próxima a Mondoñedo, apenas sin aviso alguno, se desplomó y murió.
Étel era una mujer del pueblo que crio a cuatro hijos y se pasó la vida trabajando como sirvienta o cosiendo en talleres de confección. Era una mujer esencialmente buena, la habían educado para que lo fuera y ella mantuvo su bondad pese a todos los motivos que pudo haber en contra.
Me admira que Étel no hubiera leído un libro en su vida, tal vez alguno de cocina, que no hubiera hecho nada para salir de lo común que es ser ama de casa, trabajadora y esposa fiel. Me admira que ella haya podido concitar tal reacción entre docenas y docenas de personas que se personaron en el tanatorio y en el funeral de aldea para apoyar a la familia en un trance tan doloroso. Todos la consideraban una persona buena, que no había nunca hecho daño a nadie, y que su sonrisa -en tantas fotos- fuera preciosa. Era una especie de ángel en la tierra, elegante, y presumida. Mi mujer le pintó las uñas y le peinó antes de ir al tanatorio, como a ella le gustaba.
El shock ha sido grande porque nadie se esperaba esto y menos en una etapa de felicidad por estar entre los prados y montes de su tierra. Hasta en la muerte ha sido discreta, se ha ido sin molestar a nadie, sin un declive doloroso, a sus setenta y siete años.
En el tanatorio ella estaba hermosa y serena, como si estuviera a punto de abrir de nuevo los ojos y mirarnos a la cara. Mis hijas y nosotros nos juntamos en Santo Tomé para rendirle homenaje, así como sus cuatro hijos.
Las conversaciones en el tanatorio fueron de todo tipo: sobre educación, sobre la situación política, sobre las series que vemos en televisión, sobre relaciones familiares, y, sobre todo, acerca de ella. Ello no excluyó tensiones familiares por enfrentamientos en el seno de la familia delante de su cuerpo menudo y hermoso dentro de la caja rodeada de coronas y ramos de flores. Ella era vínculo de unión entre los dos bandos de la familia, pensara lo que pensara porque ella había sido educada para ser buena y lo fue hasta el final.
En el funeral, oficiado por un sacerdote gallego, el padre Xosé, hubo parlamentos de tres miembros de la familia, todos en gallego, y una homilía del padre que fue emotiva y llena de densidad. No fue un funeral de formato reducido para no incomodar a los asistentes. No, fue un funeral completo, con Eucaristía incluida. Me gustó. Alguno de los hijos se oponía a un oficio religioso pero fuera de estos nada tiene sentido en la Galicia profunda. En el momento de la comunión sentí un deseo grande de comulgar, pero me dio vergüenza. Desde mi adolescencia que no lo hago y no soy cristiano, pero me gustan los ritos con sentido, no las simulaciones que son más falsas que Judas.
Tras introducirla en el nicho oscuro, y unas palabras del padre Xosé, unido al llanto de sus hijas y sus nietas, nos fuimos Rosa Mari, mi hija Clara y yo caminando hasta la casa de la familia. Había estado lloviendo todo el día anterior y la mañana del funeral, pero en ese momento salió el sol y el arcoiris, lo que entendí que era una señal. Acaso Étel, que había emigrado, ahora pasearía por los campos gallegos con su amado marido Suso, y su madre Rosa. No en vano acababa de leer Mañana y tarde de Jon Fosse.
Mi pregunta sobre esta maravillosa mujer que fue buena en lo más profundo de su alma es si lo fue por voluntad o porque no se atrevió a ser otra cosa.
En primer lugar darte el pésame.
ResponderEliminarHay personas que pasan desapercibidas por la vida, no era este el caso.
La señora Étel, que nombre más bonito, era de las que además de lo físico, llenaba con su presencia, lo espiritual.
El homenaje que le haces con estas palabras, las que das a conocer la bondad de una persona, es de agradecer, pues nos enteramos, gracias a ti, de lo que fue esta persona para los que le rodeaban.
Me quedo con tus palabras, que suenan a bendición: "había sido educada para ser buena y lo fue hasta el final"
Te reitero el pésame para ti y los tuyos.
Miquel
Étel era discreta, vivía con nosotros pero nunca hubo con ella el más mínimo conflicto pues se ponía siempre en segundo lugar no dando motivo para el desencuentro entre suegra y yerno o con su hija o sus nietas que la adoraban. Luego yo he leído sobre el taoísmo, una de cuyos principios, si es que puede llamárselos así, es, precisamente, ponerse siempre en segundo lugar, nunca destacar, no brillar, oscurecerse. Ella pudo ser una maestra taoísta sin saberlo o pretenderlo. Muchas gracias, Miquel.
EliminarA veces hay un tipo de conocimiento que no se aprende de los libros, sino de la vida. Fíjate en un detalle, dices: había sido educada para ser buena..., ahí reside el secreto de Etel, que es una variante de Adela. Recibe mi más sincero pésame, DEP
ResponderEliminarÉtel o Ethel es la variante gallega de Esther, que es el nombre que figuraba en sus documentos. Y sí, ciertamente, la cultura libresca o intelectual es una cosa, pero la vida, el sentimiento de bondad o generosidad, no se aprende allí. Es otra cosa. Muchas gracias.
EliminarMis condolencias,Joselu, para toda la familia. A veces, nos dejamos llevar por el espejismo de las grandes ideas,la gloria efímera de los llamados grandes hombres y mujeres, pero hay personas que se ha rodeado de amor y sencillez y para las que el bien y el mal no necesitan de grandes sistemas filosóficos para determinarse. Y en mi caso, los admiro por su bondad y porque al final, después de tanto giro, su capacidad de discernimiento sea superior a la de muchos que divagamos y nos escondemos tras palabras bonitas y discursos alambicados. Yo recuerdo a mí padre como una persona cultisima pero al mismo tiempo sencilla. Con una capacidad de síntesis en sus juicios y sobre todo, con una bondad y empatía de admirar. Etel por eso, era una sabia intuitiva. Siento que siendo una superviviente de una enfermedad tan dura como el cáncer, yo doy fe por casos muy cercanos de la crudeza de esta enfermedad, la vida caprichosa y cruel, se la lleve en una etapa de florecimiento y cuando nadie se lo esperaba. Y muchas felicidades por haber disfrutado de una persona tan especial como Etel en vuestras vidas, Joselu. Mi pésame por su pérdida y mi alegría por lo que dejó, un ejemplo.
ResponderEliminarSí, Sergio, la bondad y la sencillez eran sus claves de vida, no era algo buscado o impostado, era algo que le salía de dentro, con una elegancia natural sorprendente. La elegancia no es algo que pueda adquirirse o conseguirse, es algo que sale de dentro, y ella lo era sin pretenderlo. Ha vivido treinta y cinco años con el cáncer, con sucesivas metástasis que fue superando para el asombro de los médicos que la trataban, que decían que su caso era fuera de lo común. Vivía con quimio continua que sobrellevaba con paciencia y resignación. Aprovechaba cualquier resquicio de la vida para disfrutar a pesar de sus dolores. Ciertamente, no necesitaba libros o ideas grandiosas para ser una gran persona. Muchas gracias, Sergio.
EliminarUn abrazo Joselu, a toda la familia. Precioso el homenaje. Te escribo pronto si puedo.
ResponderEliminarMuchas gracias, José Antonio, han sido cuatro días en Galicia apasionantes. Nos hemos reunido los cuatro de casa allí. Clara vino de París y Lucía desde Sant Boi, han sido cuatro días para sentir el valor de esta mujer frente a otras personas que la maltrataron, precisamente por ser buena.
EliminarLo siento muchísimo Joselu, dejar ir a los que son un destello para nosotros es muy doloroso. Pero la luz busca la luz, antes o después, y si necesitabas una señal, ese arco iris en ese momento no creo que haya surgido por casualidad.
ResponderEliminarLa bondad brota en el terreno adecuado, yo creo que esencialmente todos la tenemos pero ya lo hemos hablado, las circunstancias mandan y dentro de lo que hay hacemos lo que podemos, con nuestros aciertos y equivocaciones. Su esfuerzo por exteriorizar esa bondad a pesar de las adversidades seguro que ha hecho mucho bien y el funeral es solo una muestra. Lo seguirá haciendo, porque todo lo que ha construido es su legado y ha afectado y afectará a todos los que la rodeaban.
Un sentido abrazo y ánimo!!
Yo no conocí a ninguno de mis abuelos, pero mis hijas han disfrutado de los suyos -maternos-, especialmente de Ethel, que les dejará un legado inmaterial, profundo y lleno de densidad. Estoy muy contento de que hayan tenido unos abuelos como los que han tenido. Muchas gracias, Ana, y un abrazo también para ti.
EliminarSiento mucho tu pérdida. La pregunta es difícil pues creo que quien debería responder es Ethel y ya no está entre nosotros. Un abrazo
ResponderEliminarCreo que ella habría sido la última persona que hubiera podido contestar a esa pregunta. No hubiera tenido sentido para ella. Ella era así, simplemente. Las elucubraciones son mías. Un abrazo.
EliminarMe ha dado gusto conocerte pero en esta circunstancia... Mi sentimiento contigo y tu familia, empatía en estos momentos. La pregunta, pues... Pienso que quizá ella fuese feliz así. Quizá... un saludo afectuoso.
ResponderEliminarSí, tenía una gran capacidad de ser feliz, eso es cierto. Un cálido saludo. Muchas gracias por tu visita.
EliminarAhí demuestras y mucho que sea donde sea en Galicia, Aragón, en la Conchinchina :las buenas personas dejan huella: no los títulos.Conozco un poco el carácter gallego ; por uno de mis cuñados que también es de Lugo de Sarria y en mis meses que pasé en Sargadelos cuando estudiante.
ResponderEliminarMis condolencias, una preciosa entrada donde le has dejado el listón muy alto porque el amor es algo que de verdad nos hace grandes y más cuando viene de alguien tan cercano .
Un abrazo, Joselu
Me ha asombrado el desarrollo del velatorio y el funeral a los que fueron muchísimas personas en apoyo de la familia. Las ceremonias no fueron como las que veo en Barcelona que son de trámite sino que las sentí muy auténticas, un cristianismo popular que desconocía. A Étel le habría gustado, pues ella era creyente a su manera. Era una mujer del pueblo. Un abrazo, Bertha, y muchas gracias.
EliminarHe leído varias veces la entrada, porque te hace "el croquis" de como miras el mundo, es la vista del escéptico, del que mira como si la cosa "no fuera con él".
ResponderEliminarEs la mirada analitica, escrutadora del quiere creer y no puede, del que les gustaría creer y no alcanza la "comodidad" de la fe.
Permíteme este analisis que hago tambien con una vision analitica similar a la tuya.
La bondad de la madre de su compañera, es algo que no se puede fingir, es un fenómeno que no se puede adoptar, simplemente sale de dentro de la persona hacia afuera. No se puede fingir y no se puede adquirir, no se puede medir, solo se puede sentir, y se siente, porque estas personas son las que generan los necesarios pensamientos positivos que tanta falta hacen en esta sociedad de hipócritas solidarios de postal.
Un abrazo para tu compañera y un saludo.
P.D. Permíteme la libertad de hacerte "el análisis".
Te agradezco el análisis, Daniel, en el que tienes buena parte de razón. Mi mirada era analítica, contemplando la situación pero sin implicarme desde dentro, a diferencia de mi mujer que la vio desde el más agudo dolor, que continúa semana y media después. El centenar largo de personas que vinieron al tanatorio, y luego al funeral, formaba parte de una sociedad rural que le da a las cosas otro valor que los que somos de ciudad. Y ello me admiró, igual que el rosario que se rezó en el tanatorio o la larga misa que se celebró en la iglesita de la aldea. Sentí un profundo respeto por esta celebración de la fe y me adherí desde la distancia. En cuanto a la bondad de Étel, es totalmente cierta, pero eso ha propiciado que le hayan estafado y engañado sus propias hermanas de su tierra. Yo me veía en medio de todo ello sin formar parte. Supongo que prima en mí, como bien has sabido ver, la mirada analítica, y en cuanto a mi fe, me pasa lo mismo que a Unamuno, querría creer pero no puedo. Un saludo, Daniel. Le transmitiré e abrazo a mi mujer.
EliminarLa muerte me incomoda y me molestan todas esas palabras alrededor de un hecho irrefutable sobre el cual levantamos montañas indicaciones y lamentos. De hecho me ha ocurrido algo peculiar respecto a la muerte de Étel a quien no llegué a conocer pero de quien supe en vida. De repente he sido consciente de una especie de amnesia sobre la lectura de tu blog. Era como si mi cerebro hubiera decidido que tu duelo y el de tu compañera merecían silencio y calma. Hasta este momento. Un sentido abrazo.
ResponderEliminarLa muerte necesita de la palabra viva. En las palabras del sacerdote en el tanatorio o en el funeral sentí el respeto más profundo hacia Étel y sus familiares. No vi nada artificioso, lo vi real y profundo. Tal vez luego, ante el hachazo brutal de la muerte, se impone, el silencio y la discreción, tanto que podría decirse que parece ser pasto del olvido. Muchas gracias por tu sentido abrazo y el duelo que has mantenido respetuosamente. Un abrazo, también para ti.
Eliminar