miércoles, 28 de febrero de 2024

Nuestra mirada sobre los conflictos de Ucrania, Gaza...

Estas reflexiones que siguen lo son a propósito del último libro de Susan Sontag titulado Ante el dolor de los demás (2004), escrito poco antes de morir. Trata sobre el efecto de las imágenes de guerra en conflictos terribles como el de Ucrania, Gaza, Tigray, Yemen... Los medios y las redes sociales llenan sus publicaciones de imágenes pavorosas de víctimas de los conflictos. Pero la pregunta es si estas publicaciones escalofriantes nos sensibilizan o saturan en un mundo en que recibimos ochenta mil imágenes al día. “Es como si la imagen hubiera perdido su poder como transmisora de la crueldad y el sufrimiento”. ¿Promueven la solidaridad del espectador anónimo que vive en un contexto fuera de contexto o lo insensibilizan todavía más? ¿No es acaso esto un voyeurismo aceptable en sociedad que experimenta el que recibe las imágenes y cambia de canal o pasa de noticia saturado por algo que en el fondo le es ajeno y sobre lo que no puede hacer nada a pesar de su simpatía por las víctimas? Y es que es cierto, a menos que caigamos en un utopismo infantil, no hay manera de obligar a los que están fuera a prestar la misma atención a las imágenes que las que le presta un ucraniano o un gazatí. 

 

Las imágenes han perdido totalmente su capacidad de elocuencia, salvo que la foto retrate una causa especialmente predilecta. Al resto, las imágenes tarde o temprano, le terminan hastiando. No somos máquinas altruistas ni nuestra cabeza y corazón son mecanismos de producir solidaridad ilimitada. 

 

Ser espectadores de calamidades, decía Susan Sontag, es una experiencia propia de la modernidad. En el pasado, sucedían masacres en todo el mundo y los humanos las desconocían. Ahora, el bombardeo psíquico es tan intenso que hasta la simpatía actual está enferma. Sontag condenaba la simpatía tal como se entiende convencionalmente porque cuando simpatizamos con una causa, con el dolor de un pueblo o nación, “sentimos que no somos cómplices de las causas del sufrimiento”. Es como si la simpatía proclamara nuestra inocencia así como nuestra ineficacia, a pesar de nuestras buenas intenciones. 

 

Y es cierto que muchos de los que seguimos conflictos como el ucraniano -que ya lleva dos años de horror- y el que tiene lugar en Gaza, o en el Yemen o en Tigray- sentimos simpatía por las víctimas, pero no podemos hacer más. “La compasión es una emoción inestable. Necesita traducirse en acciones o se pierde. Pero si sentimos que no podemos hacer nada nosotros, entonces comenzamos a sentirnos aburridos, cínicos y apáticos”. Esa misericordia es autocomplaciente y es inducida por los medios de comunicación. La capacidad de infligir dolor a los demás es ilimitada y estas imágenes son prueba de lo que unos seres humanos pueden hacer a los demás. El infierno de Bucha en Ucrania nos estremeció pero rápidamente fue ahogado por nuevas noticias. No era sorprendente y sí era imperdonable. 

 

La simpatía se encuentra en un callejón sin salida, no da una salida moral. Mirar fotografías que reflejan grandes crueldades “impone la obligación de pensar lo que implica mirarlas”. Constatar que hay un infierno, no nos dice nada sobre cómo sacar a la gente de dicho infierno, ni de cómo apagar sus llamas. 

 

El libro de Sontag, comentado por su hijo David Rieff, no ofrece una fórmula para convertir la compasión en solidaridad activa, no es posible fingir al respecto sobre nuestra capacidad intelectual más allá de los buenos deseos que se convierten en impotencia y en la inmensa mayoría en indiferencia y pasividad. 

20 comentarios:

  1. Me encuentro en una encrucijada. Sé que lo que ocurre, y no sólo en Ucrania o en Gaza, porque está pasando en Somalia, y pasa en Bangladesch, y sigue en Eritrea y en el Congo, pero cuando las fotos se repiten hasta la saciedad, sucede que empachan, y las mismas se hacen adversas a ser observadas.
    Es entonces cuando me parece que lo único que aportan es saturación. ¿Pero eso hace que por ese motivo se dejen de emitir?
    Creo que vivimos una época de sobre saturación de todo que, llega un momento banaliza lo que se está emitiendo, y sino lo banaliza le resta importancia al primer impacto.
    Por otra parte, uno, se siente agobiado de que se le condene con un sentimiento de culpa porque abre la nevera y se procura un tentempié.
    Si digo que todo forma parte del sistema y que es este quien hace que todo sea como sea, no he dicho nada, y además me he sacado un peso de encima.
    Así que ¿qué hacer?
    No lo sé, intento aportar lo que puedo a las organizaciones que me ofrecen confianza, poca cosa más. Y no veo solución, porque no hay cosa que no hayamos visto antes y no repitamos después.
    Un abrazo

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    1. El diagnóstico de Susan Sontag es certero. Nuestra simpatía con una causa no implica que podamos hacer nada al respecto. Ni siquiera podemos hacer algo en la política en nuestro país en que somos sujetos desbordados por cuestiones que nos asquean, pero ante las que nos sentimos totalmente impotentes. La democracia es un sistema que nos hace creer que somos importantes, pero es una mentira. Esto a nivel nacional. Y ya no digamos a nivel internacional donde las cuestiones son mucho más complejas. Podemos ser solidarios con los ucranianos, cuyo país es machacado por Putin, pero no podemos hacer nada. Las imágenes que nos llegan y nos culpabilizan o apelan a nuestra solidaridad nos abruman. Desde el comienzo del conflicto puse una bandera ucraniana en mi balcón que sigue ondeando aunque desgastada por los dos años de guerra. ¿Y eso qué significa? Nada. Puedo contribuir con mi aportación a MSF y a ACNUR en los conflictos vigentes, pero ¿eso calma mi impotencia, mi creciente indiferencia ante lo que no puedo hacer nada? Seguimos viviendo y nos insensibilizamos ante las imágenes que, por otra parte, no veo porque no veo televisión. Es un problema ético que no tiene salida. Un abrazo también para ti.

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  2. Es normal y lógico, recibimos una saturación de imágenes a cuál más terrible, y eso nos acaba inmunizando. Orwell ya nos había avisado. Fíjate que la imagen (quizás la única) que ha llamado la atención de la guerra en Gaza, es la de las soldados israelitas haciéndose una selfie.

    https://laantorchadekraus.blogspot.com/2024/02/el-selfi-impudico-de-las-vencedoras.html

    Por cierto, en the electronic intifada hay mucha y buena información sobre el conflicto, aunque sea de parte.

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    1. El vodeville de las imágenes encumbra una que desconozco y a la que las almas sensibles -a algunas cosas, no a otras- les dan una importancia que relacionan con la impudicia. El mundo es demasiado complejo y ajeno. Siento mi impotencia, siento mi creciente apatía, siento mi creciente aburrimiento acerca de cuestiones en que no puedo hacer nada, pero hay almas sensibles y solidarias que se llenan la boca de ideales para no hacer tampoco absolutamente nada, perorar.

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    2. Aunque sea un acto inútil, hay quien va más allá de la perorata, mucho más allá.
      https://blocfpr.blogspot.com/2024/02/in-memory-of-aaron-bushnell.html

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    3. Está claro que el protagonista de la autoinmolación a lo bonzo quiso llevar la solidaridad con la causa palestina hasta el límite, infligiéndose una muerte horrible para defender sus ideas. Ha habido activistas que lo han hecho y son recordados como héroes patrióticos. Por ejemplo, Jan Pallach en Praga se roció de gasolina y se prendió fuego como lucha contra la opresión comunista. Su acto se asume como meritorio y tiene un monumento en Praga, es considerado como uno de los mitos de la revolución checa. En el caso actual que nos traes, su gesto o gesta suicida tendrá una repercusión en el mundo palestino, puesto que lo han asumido como un héroe Hamás y otros movimientos islámicos. Pero como todo acto es ambiguo y uno puede sospechar del estado de salud mental del suicida. Es cierto, se quitó la vida por una causa, para generar solidaridad y apoyo al pueblo palestino. ¿Lo consiguió? En mi caso, no.

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  3. No soy de dividir entre Buenos y malos. Me preocupan màs los intereses que siempre hay detrás. Un beso

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    1. No sé si hay buenos y malos, pero siempre hay víctimas del poder ante lo que no podemos hacer nada. Nada.

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  4. No es una cuestión sencilla, donde la ignominia y la sinrazón fulgen,Joselu, y se quieren arrojar certezas absolutas. Adhesiones inquebrantables por una causa únicamente. Sin que el pábilo de la duda anide en nosotros. Haciendo parangones desmesurados en algunos casos. Y estoy leyendo un libro del prolífico Frattini sobre el Ahnenerbe, una organización a imagen y semejanza de Himmler. Algunos de sus miembros coleccionaban cadáveres de sus víctimas con interés antropológico. Uno de sus cabecillas, cuando la amarga derrota se acercaba, se preocupó por el destino de su colección de casi noventa esqueletos.Como aquella vesania, no hay comparaciones posibles. Y precisamente hoy, en una fotografía con las que se ilustra el libro, aparece uno de esos monstruos mirando con cara de placer a uno de esos cadáveres en descomposición, como si hubiera obtenido una pieza de incalculable valor para su colección y al contrario de lo que nos sugiere Sontag, esa imagen me tocó de lleno.

    Pero es verdad que vivimos en una sociedad y cultura del espectáculo. Hay un libro de Vargas Llosa, me gusta más su faceta narrativa. Aunque la verdad es que algunas de sus conclusiones me hicieron meditar. En una de ellas, la cultura en el pasado se había erigido en una especie de conciencia, que impedía dar la espalda a la realidad. Ponía como ejemplos a escritores como Sabato, o su propia generación, en la que no se discernía el pensamiento de los hechos y sobre todo compromisos. Sabato cuando tuvo conciencia de las hambrunas de Ucrania, o los procesos que inspiraron la obra cumbre de Koestler El ceto y el infinito, se resolvió a abandonar el partido comunista. En el presente, un par de berridos en un escenario, prestar tu imagen a determinados ONGs, que asumen en algunos casos los costes del autoproclamado intelectual o miembro de la cultura, qué diría Gustavo Bueno, sirven para mostrar compromiso. Estamos en una sociedad del espectáculo, completamente audiovisual, Homo videns, y en la que las imágenes y escenas se agolpan para mostrar una compasión tan efímera. Nos cuesta discernir las porque son presentadas como espectáculo para acrecentar audiencias, de esas series que destilan violencia. Es Pablo Escobar acaso un héroe, plata o plomo decían nuestros adolescentes emulando una serie o la realidad, me preguntó,Joselu. Es la banalización del sufrimiento por medio del espectáculo. Estuve tentado de coger el libro de Sontag que nos comentas. A veces, cuando la he leído, su pensamiento me resulta circular, con todos mis respetos hacia una de las figuras más influyentes de nuestro pasado más reciente. Perdona la perorata. Es que planteas muy brillantemente una constelación de dudas. Un saludo y cuídate.

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    1. Es cierto que vivimos en la civilización del espectáculo y todo sirve para acrecentar audiencias con imágenes cuanto más recurrentes y morbosas sean. El ser humano es afligido por miles y miles de imágenes diariamente en los medios, en las redes sociales, en la publicidad. Se pasa de una imagen sobre la tortura rusa sobre Ucrania a una sobre cómo elaborar el bacalao al pilpil o el último desfile de moda o las últimas noticias sobre el hombre de fama ahora, Koldo García, lugarteniente de Ábalos. La retentiva humana es limitada y se superponen estímulos sucesivos que llevan a que todo se convierta en una simulación. Sufren en Ucrania, pero ya estamos cansados, sufren en Gaza pero ¿quién tiene razón? Perdemos el norte y nuestra mente, perdida entre estímulos sucesivos, naufraga y se dispersa en fragmentos. Antes se decía que una imagen vale por mil palabras, pero era cuando las imágenes eran escasas. Ahora reclamamos silencio, por compasión, ante el flujo infinito de ellas. Hay demasiado ruido en nuestra civilización para que podamos aquilatar lo que es banal y lo que es importante, y si lo intuimos, terminamos exhaustos y nos vamos a la nevera por un snack para olvidarnos de todo. ¿Qué es importante y qué no lo es? Hemos perdido la capacidad de discriminar. El libro de Sontag es muy bueno, pero no da ninguna solución moral porque no puede haberla. La contemplación del horror nos insensibiliza y hastía. Intento cuidarme todo lo que puedo. Un cordial saludo, Sergio, y gracias.

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  5. Yo no me solidarizo con ningún "pueblo", ningún colectivo me da pena ni me induce a solidarizarme con el. Me preocupo más de lo cercano que de lo lejano. Me indigna hasta el infinito que una mujer sea agredida en plena calle por un baboso y la gente se dedique a hacer fotos de la escena estando presente en "el cuadro", yo no lo haría, yo intervendría y lo digo totalmente en serio. Si no puedo con el agresor de frente le doy con un palo por la espalda, una patada o lo que sea, pero no me dedico a grabar la ignominia.
    La sociedad es (o somos) egoístas, somos muy solidarios con los lejanos porque sabemos que nos sale gratis, que no corremos ningún riesgo. Desde nuestro mullido sillón, vemos fotos y nos solidarizándonos con todo, pero raro es aquel que interviene de verdad. Rara avis es aquel que indignado por la corrupcion pone 50 aurelios de contribución para contratar abogados que persigan la causa corrupta (se de lo que hablo) aunque tenga en la cuenta más de 25.000 y unas gafas de sol de 200 aurelios. Visto desde fuera lo entiendo, es supervivencia pura y dura y autoprotección, pero visto desde cerca, como yo lo he visto, me da bastante asco.
    Sale gratis decir que yo soy insensible y malvado porque creo que Israel debe defenderse con dureza de las agresiones diarias que lleva años sufriendo, que si no se defiende desaparece, queda muy bien meterse conmigo o como los que piensan como yo. Pero no en pocas ocasiones es el mismo que mira a otro lado o hace fotos cuando están agrediendo a un ser débil o indefenso justificándose en aquello de ¿que podía hacer yo?, pobrecito.
    Si en tu calle no hay tiros cualquier disparo suena alarmante, pero si ves tiros todos los días el cerebro se acostumbra a ello, es un mecanismo de supervivencia, con las fotos pasa lo mismo. Y somos una sociedad bastante hipócrita que descansa su mente en causas lejanas.
    Un saludo.

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    1. Tu argumentación es congruente, especialmente cuando concluyes en que "somos una sociedad bastante hipócrita que descansa su mente en causas lejanas". Sin embargo, es inevitable que sintamos próximos conflictos o hambrunas o desastres naturales que suceden más allá de nuestras fronteras. Sé que no es mucho pero llevo treinta y cinco años colaborando con Médicos sin frontera y sé que mi contribución sirve para paliar el sufrimiento de gente que está lejos aunque sea en mínima medida. Medicamentos, mantas, tiendas de campaña, asistencia médica a personas que no pueden defenderse. Sé que por más simbólica que sea mi aportación, sirve en la distancia para algo y para que otros actúen en mi nombre. Por otra parte, colaboro con la Agencia de los refugiados -ACNUR- para tratar de ofrecer ayuda a los cien millones de refugiados que hay en el mundo. Tú me dirás que yo sigo confortablemente en mi sillón, pero es que yo no podría hacer nada personalmente. No puedo aceptar que uno se desentienda de la realidad del mundo, a pesar de sus terribles contradicciones. Por otra parte, tienes razón en que muchos se dedican a tomar fotos cuando ven algo en que alguien ataca a una mujer o una persona desvalida. El móvil es un arma de estupidez masiva. Saludos.

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    2. Joselu, en descargo que no necesitas, por lo menos te rascas el bolsillo. Yo colaboré con Amnistía Internacional y Greenpeace poco tiempo y a nombre de mi ex, ella figuraba, yo pagaba. Lo deje por varios motivos que no vienen al caso antes de separarnos, decepcionado. Intente recaudar dinero para denunciar a Rodrigo Rato y al presidente de Caja Burgos. Yo puse mi migaja, pero recuerdo a alguna concejala de Burgos que fue mi partido y luego de otro que cobrando dinero no puso un euro y hablaba que "hacía subir el pan" y recuerdo a gente que estaba en el partido con capacidad económica suficiente no poner ni un euro. También estuvo otro que puso de su bolso más que el resto del partido en Burgos. Me he acordado de estos, sin más. La denuncia que hizo mi partido fue la base por la que fue condenado Rodrigo Rato.
      Un saludo.

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  6. El comienzo de tu entrada me recordó este post:
    Las buenas fotos se disparan contra la pobreza, la desesperación o la muerte ocurrida en lugares lejanos, mientras un público refinado, distinguido y entendido aplaude la belleza estética de su arte.
    https://elsexodelasmoscas.blogspot.com/search?q=disparan

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    1. Esta famosa foto que llevó a Kevin Carter a recibir un premio internacional refleja a un niño moribundo acechado por un buitre que lo va a atacar. El encuadre es brutal. Era en Sudán. Sin embargo, vemos que el niño lleva una pulsera de asistencia de la ONU y que, en realidad, está defecando. Nada de lo que se daba a entender era cierto más que en un plano simbólico en la denuncia de los terribles desastres de la guerra.

      A propósito de tu comentario sobre el comienzo de mi post -espero que lo hayas leído íntegro, por eso- hablas de que hay gente exquisita que ante fotos que reflejan el horror, aplauden la belleza de su arte. No cabe duda de que los fotógrafos aportan su arte fotográfico para conmocionar a los receptores y moverlos en una determinada dirección presumiblemente solidaria y comprometida. La foto del buitre es excepcional en ese sentido. Supongo que quieres denunciar la falta de compromiso de personas que ven cómodamente escenas del horror y no corren a alistarse en movimientos solidarios para llevar consuelo a las víctimas. Si lees, el artículo íntegro, te habla de la simpatía por unas causas y que dicha simpatía nos da una sensación de inocencia y de no culpabilidad. La argumentación de Susan Sontag es muy interesante, máxime cuando ella se solidarizó con causas de su tiempo como la guerra de Bosnia. Ella estuvo en el Sarajevo de los años noventa.

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  7. [img]https://oliveryanes.com/wp-content/uploads/2018/06/Nin%CC%83o-y-vuite-Kevin-Carter-1993-copia-1080x675.jpg[/img]

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  8. Hay una saturación excesiva, y como bien dices, o te vuelves un cínico o un insensible .Recuerdo haber leído, un comentario de un corresponsal de guerra ;("por un lado la Editorial ,quiere imágenes de las más escabrosas, y si puede ser que impacten bastante, pero en ese mísmo país, hay una parte que no pasa nada sólo en una franja y es la que interesa porqué es la que vende...").Triste realidad pero es así por desgracia cada vez esto va a más
    Pero esto pasa como estas ONG que te llaman por teléfono y te sueltan una sarta de verdades que no sabes a que atenerte.Si eres una persona solidaria, intentas acercarte a esas instituciones. Pero nunca mejor dicho que una imagen vende más que mil palabras.Mira de la guerra civil española:en mi familia los de un bando fueron repartidos por todo el mundo y eran niños ,pero no había esta facilidad de colar imágenes y por miedo se callaban las cosas.
    Sinceramente: nos estamos embruteciendo, porqué es como decía mi padre cuando estudiaba medicina :al principio me temblaban las piernas y se me revolvía el estómago :después la conciencia es la que mandaba ante esos pacientes...
    Un abrazo estimado ,Joselu

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    1. La saturación de imágenes deliberadamente impactantes cuyo origen es de agencias de noticias que pugnan por la audiencia resulta del todo contraproducente porque provoca, como dices, en su abundancia, una reacción de cinismo o insensibilidad. ¿Cómo vivir con imágenes como las que recibimos? ¿Qué hacer? ¿Qué fusil hay que empuñar para contribuir a acabar con ello? Y lo cierto es que nos terminamos blindando ante la desdicha ajena, aunque en principio cuente con nuestra simpatía sin salida. Yo tengo una bandera ucraniana en mi balcón desde el inicio del conflicto hace dos años. Colaboré con agencias de ayuda internacional, pero ¿y qué? ¿Qué puedo hacer para cambiar el mundo en este sentido? Me hice socio de ACNUR desde que los talibanes volvieron a Afganistán, recibo informes y sigo la situación, pero te terminas desentendiendo. Firmo manifiestos a favor de los pueblos indígenas atropellados, pero es algo mecánico. Los mecanismos del mundo son tan lejanos e incomprensibles, a la vez que complejos, que sientes fundamentalmente impotencia, cansancio y desistimiento. Lo has reflejado muy bien. De igual modo, los médicos y enfermeros se terminan blindando ante el dolor ajeno. Es la única forma de poder seguir viviendo. Muchas gracias, Bertha, por captar bien el sentido del texto. Un abrazo.

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  9. Creo que la clave, una de ellas, es lo que señalas casi al final: "Constatar que hay un infierno, no nos dice nada sobre cómo sacar a la gente de dicho infierno, ni de cómo apagar sus llamas. " ante la impotencia nos protejemos, no podemos hacer nada, las manifestaciones, las condenas, la indignación, nada.. ni tan siquiera las urnas, antaño el refugio del descontento, sabemos que no darán respuestas diferentes.

    También hay saturación de imágenes. No hace mucho, en un medio digital, estaban las fotos de un concurso de fotografía bastante importante, y en los comentarios alguien decía que no había nada reseñable. No eran fotos malas, pero eran las fotos de siempre.. Al final nos llaman la atención fotos peor logradas, pero de cosas conocidas, familia, mascotas... el resto parecen variaciones de la misma foto. De nuevo, la saturación nos inmuniza.

    Un tema interesante el que has traído, como siempre ;)

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    1. Cuando yo era adolescente, las cámaras fotográficas eran escasas y el revelado muy caro en blanco y negro. Tengo contadas fotos de mi niñez, se limitaban a fotos de ceremonias y poco más. Tiempo después, cualquier ciudadano tiene en todo momento una cámara prodigiosa en su móvil para hacer fotos infinitas de cualquier motivo: de eventos, de familia, de mascotas, de comidas -de estas muchas-, de deportes... Es fácil llenar el vacío que acongojaba a los escritores existencialistas del siglo XX. Vivimos en la civilización del exceso -tan diferente de épocas de la escasez-, y nuestro mundo excesivo contrasta con otros mundos en que los bienes son precarios. Pero contemplar el mundo y la vida desde el exceso hace que nos empachemos de todo, de ropa, de espectáculos, de imágenes, de comidas... Y ya nada nos afecta demasiado. Cada día nos llegan miles de imágenes en las redes sociales, cada día nos llegan recetas de comida, de fotos de mascotas, de paisajes, de crueldades sin número en los conflictos abiertos... Pero no tenemos ya la capacidad de discriminar y. nos atrae lo más sensiblero y familiar. El resto lo olvidamos. No nos gusta pensar. Como bien dices, nos inmunizamos.

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