Parece que es un lugar común el pensar que todos buscamos la felicidad, aunque a veces nos boicoteemos a nosotros mismos proveyendo caminos para la desdicha. Pero eso no lo sabemos, en el fondo buscamos ser felices en cada uno de nuestros pequeños actos, sea con la comida, con los viajes, con las charlas amistosas, con nuestras diversiones, lecturas o aficiones musicales o deportivas. Nos atraen cosas que esperamos que nos hagan felices.
Sin embargo, no todo está tan claro porque en la crónica de las vidas, no sobresalen esos momentos de satisfacción benévola a que nos lleva nuestro instinto de la felicidad. En la vida, hay otros momentos los que se nos imponen y que muchas veces están unidos a una intensa adversidad. Recuerdo la conversación con una amiga que padeció un durísimo cáncer de pecho que recordaba la radio y la cruel quimio que vivió durante cerca de un año. Recordaba con una intensidad cenital la solidaridad entre las mujeres que se reunieron en la quimio para afrontar la dureza del tratamiento. Se creó un vínculo entre ellas de una dimensión muy profunda y mi amiga lo recordaba como un proceso luminoso que acabó, de momento, bien. Y en la misma dirección, he leído vivencias de prisioneras del gulag soviético al que fueron llevadas por Stalin en condiciones límite a más de cincuenta o sesenta grados bajo cero. Y cuando lograron salir de allí, lo que recordaban luminosamente era la experiencia de la solidaridad y la generosidad entre las prisioneras, todo vivido con una intensidad que no se volvió a repetir en sus vidas.
También en la guerra se da esa camaradería profunda entre combatientes, de modo que los momentos experimentados en acciones bélicas ocupan un lugar inenarrable e imposible de transmitir a nadie que no haya vivido aquello. Y, de hecho, los exsoldados no quieren hablar de lo que vivieron porque nadie lo podría comprender, y en consecuencia, la vida normal es anodina frente a acontecimientos de una fuerza inexplicable, y se vuelve a ellos de modo instintivo para reencontrarse con experiencias límite.
No ha habido en mi vida situaciones de tal envergadura, pero presiento por algunos pálpitos que en las vivencias extremas el ser humano se ahonda y llega a fronteras inexplicables, aunque muchas veces dichas fronteras están marcadas por el dolor más radical.
Parece que en la vida nos habituamos a la rutina y amamos la rutina como una experiencia tranquilizadora, no nos apetece salir demasiado de nuestros goznes vitales y tener la sensación de que podemos controlar nuestros parámetros. Sin embargo, son aquellas posibilidades que estallan con el dolor o la tensión extrema, o el miedo abismal o la desesperación más aguda, las que nos abren territorios inexplorados y abiertos a la profundidad más incierta. El riesgo nos hace vivir intensamente. Tal vez por eso, gustan experiencias que parecen ponernos en vértices intimidantes.
Los pasajeros del avión que cayó en los Andes y vivieron setenta y un días en el límite, jamás podrán olvidar aquello que vivieron y para ellos será el momento cenital de su vida, nada habrá que pueda comparárselo. Todo lo que han vivido después será un pálido reflejo de lo que pasó en la sociedad de la nieve donde tuvieron que elegir entre un tabú cultural -la antropofagia- y morir simplemente.
Hay etapas de mi vida que fueron inmensamente desdichadas. Muy de niño, tuve que soportar la presión de un dolor gigantesco. Sin embargo, no envidio lo que pudiera haber sido una infancia feliz porque tan pequeñito tuve la ocasión de entrar en una especie de Auschwitz emocional que me llevó a ver vértices de la vida inalcanzables para una experiencia normal. No reprocho nada a nadie, aquello fue así y me hizo ser como soy para bien y para mal.
El ideal de una vida placentera, sin extremos, parece ser nuestro norte existencial, y lo entiendo, pero la profundidad de la dimensión humana está más allá de estereotipos. Recuerdo la experiencia de la ilustradora Laurie Lipton que fue violada a los cinco años. Para ella aquello fue horroroso y supuso un dolor que ha trabajado en sus dibujos a lo largo de su vida, y estos tienen una fuerza cósmica aterradora. Laurie Lipton agradece a su violador porque le hizo artista, dice en una entrevista, le abrió un universo de sufrimiento y profundidad que no se le hubiera hecho patente de ninguna otra forma.
El mismo Dostoievski vivió una experiencia terrible cuando le pusieron ante el pelotón de ejecución y en el último momento le conmutaron la pena por la de presidio y deportación durante siete años. Aquello le cambió la vida, y le transformó profundamente. Ya no volvió a ser el mismo. El escritor que volvió de Siberia era profundamente cristiano porque había hallado en Cristo un ejemplo de sufrimiento extremo con el cual se identificó como ser humano.
Podría extenderme mucho más pero no quiero abrumar a los lectores de este blog. Solo quiero dejar claro que la vida en su dimensión profunda va unida a hechos o situaciones que no deseamos, ¿quién las va a desear? ¿Quién va a desear que lo deporten o tener cáncer o que le torturen o quedarse perdidos en los Andes? Sin embargo, la vida es enigmática y puede mostrar caminos en la más absoluta desolación y en el más agudo sufrimiento. Cuando alguien me exhibe sus placeres cotidianos, siento alegría por esa persona, pero sé que hay algo que está más allá.
Es complejo hablar por boca de otra persona. Cada uno es y tiene una circunstancia diferente, y además la acepta diferente, dependiendo de la fuerza interior de que disponga.
ResponderEliminarEntendemos por felicidad el sentimiento de plenitud. Aristóteles llama felicidad al máximo bien, aunque nadie sabe bien en que consiste.
Soñamos con quien no se duerme,, así, el enfermo cree que la felicidad es la salud; si se es pobre, la riqueza; si se es inculta, la cultura...
También tuve mis ratos amargos, que no fueron pocos, en la niñez, pero he podido dejarlos a un lado, y no, no he personado, si crees que he llegado al punto, no lo he hecho porque no he sentido la necesidad, la vida pone a todos en nuestro lugar, yo no lo dudo un instante, y la conciencia es la que se encarga, estoy seguro de ello, de poner las cosas en su sitio.
Mi progenitor no tuvo una muerte dulce, estoy convencido.
Me es suficiente.
Te diré que me cuesta creer en Dios, y que de una u otra forma uno tiene aquí, en la tierra, lo que busca, lo que anhela, no en el más allá. Se trata de ser uno, no para si, pero si para uno, de prescindir del deseo, ese que nos hace inconformistas, y de saber que la fecha de caducidad siempre está presente, y se cumple mucho antes de lo esperado.
Cierto que hay personas que lo han pasado muy mal, y que hay diferentes grados, por decirlo de alguna manera, de sufrimiento, pero la vida sólo es una, no hay otra, y no podemos desperdiciar la energía, porque ya es escasa, y porque además convivimos en pareja, y la persona que se acuesta a nuestro lado, creo, no se lo merece.
Si hay algo más allá, estoy tranquilo, pues como Sancho en su dominio, he intentado hacer las cosas de la mejor manera.
Un abrazo y un placer el leerte.
salut
He querido poner "no he perdonado", en lugar de personado.
EliminarPerdón
Es tal el cúmulo de reflexiones que hilvanas que es difícil escoger alguna para seguir con ella. Hablas de muchas cosas. A tu padre le prefieres llamar progenitor para hincarle el filo de tu dolor y tu desdén. Entiendo el vacío que dejó en tu vida. Tal vez sea mejor la presencia cruel que la ausencia. Él no podía darte lo que tú hubieras necesitado y te abandonó de un modo que no ha dejado de escocerte. Mi experiencia es que si uno no perdona, sigue siempre herido y sufriendo. Y quizás mejor que perdonar sea comprender cuya etimología latina viene a decir tender hacia, abrazar, rodear por todas partes una cosa... Pero esto son ideas mías que no te tienen por qué implicar.
EliminarEl dolor, por paradójico que sea, nos hace profundos. No habría felicidad sin el contraste del dolor. He leído que a cada momento feliz que tenemos en la vida, le corresponde uno de dolor. Esta ecuación me parece interesante. A la inversa, a cada momento de dolor le corresponde uno de felicidad. Es mejor verlo así.
En cuanto a tu incapacidad para creer en Dios, es algo muy común y extendido. Tal vez quieras creer y no puedes, como le pasaba a Unamuno. Yo creo en algo que da consistencia a la vida, al universo, principio y final de todas las cosas. Un Dios que no atiende nuestras oraciones ni nos premia ni nos castiga, solo nos deja seguir en nuestro camino hacia el conocimiento. Un dios mucho más complejo que el que hemos imaginado antropomórficamente.
Un abrazo, Miquel, gracias por tu presencia.
La búsqueda de la felicidad es algo consustancial del ser humano: busca el sustento y la forma de perpetuarse de la mejor manera posible, conseguir estas cosas con el mínimo esfuerzo posible y sin que le cause dolor.
ResponderEliminarOtra cosa es hablar de esta búsqueda, esto es un concepto romántico, cuando los hombres y mujeres que viven en este mundo han querido ajustar la realidad a su sentimiento. No está mal.
Como tú dices, procuramos acompañar nuestra búsqueda con actos más o menos placenteros: elaboraciones culinarias, viajes, diversiones, hobbies, charlas, deportes, etc. Estas actividades pueden dar resultados positivos. Tampoco está mal.
Puede ocurrir que los árboles que acompañan la búsqueda no nos dejen ver el bosque del meollo de la felicidad. Y puede suceder que estos árboles se sequen o que alguien los tale y después nos sintamos desprotegidos, entonces sólo vemos la adversidad, cada árbol talado se nos antoja un infortunio.
Sólo la amistad y el amor nos acompañarán en los momentos de infortunio.
La red de solidaridad y de amistad es la mejor protección contra las caídas del trapecio en el que nos vamos balanceando.
Creo que es temerario jugar con ciertos riesgos y ciertas formas de agresión contra el cuerpo y contra el pensamiento. La vida vale mucho más. Jugársela es injusto y si la hemos arriesgado, luego será injusto pedir a los demás que nos cuiden.
Un abrazo
Recibo con satisfacción tus reflexiones todas, pero me quedo con las que me parecen esenciales que son que la amistad y el amor nos acompañan en los momentos de infortunio, y que la red de solidaridad y amistad es la mejor protección contra las caídas del trapecio en el que nos vamos balanceando. Un abrazo, Francesc.
EliminarAbordas tantos aspectos, Joselu, de ese gran enigma que es la vida. Fogaradas y tinieblas, en los vórtices del abismo y de la alegría, que recorremos de tu mano. La continua e insaciable búsqueda de la felicidad que me parece estólida, si es en mi caso. Tan sin ambages, que se me antoja tan pueril como una campaña publicitaria.
ResponderEliminarRecuerdo mi época de soltería, ese entreacto de la vida de muchas personas, que me sirvió para conocer a una chica soñadora, de ojos joviales, y sonrisa inefable. Hablábamos de lectura, mientras paseábamos por el Retiro de Madrid. Eso alentó esperanzas que luego no se vieron refrendadas. Porque me comenzó a decir que había cambiado de vida gracias a los libros de autoayuda de Jorge Bucay. Supongo que le sirven a mucha gente, cuando el autor argentino ha vendido muchos millones de ejemplares. No los denuesto, de verdad. . No sé qué opinas de estos libros, gran Joselu.
También le gustaba Coelho, pero mi desilusión fue mayúscula. Pensaba que íbamos a departir de gran literatura y ensayos. Sin embargo, la recuerdo con gran entusiasmo, pues afirmaba con total aplomo, que ella era una reencarnación de alguna vida del Antiguo Egipto, y que en un viaje a las tierras de los faraones, se encontró con situaciones que le parecía haber vivido antes. Y me ha venido a la memoria el recuerdo de esta chica, porque la verdad, que envidiaba su capacidad por ilusionarse con todo: Su firmeza en cuanto lo que eran sus convicciones. A los que dudamos de tantas cosas, creo que nos insuflan de energías este tipo de personas. En lugar del sentido trágico de la vida, para ellos es un sentido del humor.
Por último, disculpa mi extensión, si bien quería comentarte que me has recordado en parte, a esa interpelación de Dámaso Alonso a Dios, en su prontuario de poemas Hijos de la ira. Hay más lecturas de este poemario, aunque la confrontación con lo que el escritor considera el sinsentido de la vida. Yo hablaría más de misterio. Y no siempre las situaciones complicadas te hacen sacar ese prurito, ni aprender de esos giros inesperados. Hay historias como la de tu amiga, de enorme valor. Mis padres fueron unos enormes luchadores, por más que les azorase la adversidad, cómo podían sonreír me preguntaba. Pero en mi caso, como era bastante joven, no tuve las cajas de herramientas emocionales para sacar alguna experiencia positiva de vivencias tan duras. A ratos, esos sentimientos amagan con manifestarse de las formas más absurdas. Incluso cuando se me ha reconocido una labor y resaltado mi capacidad en algún acto, me acecha esa sensación de infravalorarme e incluso de impostura. Un saludo, Joselu, me ha encantado tu escrito. Aunque me parece que me he sentado en un diván, en lugar de ceñirme en valorar en abstracto todas las reflexiones a la que nos invitas.
No he leído a Jorge Bucay ni a Paulo Coelho. Cuando he querido leer sabiduría profunda me he ido a otras fuentes directas, menos comerciales y mediáticas. Leí mucho a Krishnamurti, a Taizen Deshimaru, a Swami Vivekananda, he leído sobre el vedanta, el budismo zen y tibetano, el taoísmo... Pienso que estos escritores son una banalización pragmática de las enseñanzas intemporales que nos vienen del oriente, una puesta al día sencilla y que ha dado lugar al pensamiento positivo y a la sección de autoayuda de las librerías. Que cada cual, elija lo que le sirva. Si a tu amiga le servía esto, algo de valor tendría. Yo no lo conozco sino de oídas.
EliminarPienso que los que hemos nacido en generaciones posteriores a la gran crisis bélica española y mundial, hemos gozado de un bienestar que no conocieron nuestros padres y abuelos que sí que lucharon contra la adversidad. Yo reconozco que en mi vida no ha habido grandes conflictos por el pan de cada día. No he conocido la pobreza ni la escasez, algo que sí que vivieron nuestros antepasados.
En cuanto al peligro de infravalorarnos, es real, acecha, mezclado con otros sentimientos de todo lo contrario. Y sí, ciertamente, hay impostura detrás de nuestras vidas.
Gracias por sentarte en el diván y escuchar.
Buenos días, personalmente creo que soy una persona feliz. Hay momentos malos pero esos momentos son parte de la felicidad como la grasa del jamón que no comes es la parte que da sabor al jamón que comes, sin grasa no hay jamón ( si se me permite el "símil alimentario"). Sin momentos menos felices no hay felicidad.
ResponderEliminarA rasgos generales, las personas que se han enfrentado a grandes retos y han salido adelante tienen que ver como un mal chiste cosas de las que nos quejamos todos los días. El ser humano tiene mucha capacidad de aguante incluso contra la Razón, un buen ejemplo son los campos de prisioneros, diez mil personas custodiadas por cien carceleros no se rebelan y no se rebelan porque tienen esperanza en salir vivos, no quieren apostar, solo tienen esperanza. Cien contra uno, una victoria segura, brutal, sangrienta pero segura, y nadie emprende la batalla, prefieren seguir vivos porque tienen esperanza. Quizas esperanza es en cierto modo sinónimo de felicidad y si la esperanza es unida genera importantes vínculos, "no nos rendimos, tuvimos esperanza y salimos". Cuando uno tiene claro que es capaz de vivir a pesar de las diferentes desgracias que ha sufrido y que van a venir, la visión del mundo y la vida cambia. No sé, creo que me he ido por los Cerros de Úbeda..
Un saludo.
Es verdad que tenemos mucha mayor capacidad de aguante que la que pensamos, nuestro espíritu es muy resistente frente a la adversidad que es la que nos enseña a vivir aunque prefiramos los momentos tibios y rutinarios. En la adversidad -la enfermedad, las pruebas físicas y psíquicas, la pobreza, el dolor, la guerra- hay mucho de espiritual, por lo menos así. lo veo yo.
EliminarY me quedo, subrayándolo, con esa reflexión tuya de que, sin momentos menos felices, no hay felicidad. He ahí la clave de la existencia.
Un saludo.
Para ser feliz,se necesita dos cosas,que el sueldo suba el IPC(al menos) y salud.Para nosotros los jubiladas lo mismo,pero añadimos un mínimo de la libido.
ResponderEliminarEstarás contento con la subida de este año,ya has cobrado.
Saludos.
Me siento como el rehén de un criminal que te da un caramelito de vez en cuando para que estés calladito. Y eso es la subida que nos han dado. Un chantaje para que diez millones, casi once, millones de pensionistas, queramos a Sánchez. Es algo perverso y a la vez muy inteligente, pero esta subida como las anteriores son a cargo de la gigantesca deuda pública que no deja de crecer y que pagarán tus nietos. Pan para hoy y hambre para mañana. Los jubilados somos chantajeados para que nos dediquemos a lo nuestro y no nos preocupemos de nada que no sea la subida de la pensión. Repugnante. Saludos.
EliminarSi digo que la felicidad me cuesta reconocerla, ofenderé a quien me quiere, me consta. Y nada más lejos de la realidad.
ResponderEliminarPero no reconozco la felicidad como una cosa que me acompañe.
Sin embargo, con justicia, no tengo porqué quejarme.
Hoy no puedo dejar de pensar en Daniel, un chico de unos treinta años, con síndrome de Down, que le he visto deambular avenida arriba, Avenida abajo, con una camiseta de manga corta, y con el que me he parado a conversar y a decirte que debía ponerse algo de abrigo, que no hacía tanto calor.
Todo lo que me rodea me apesadumbra, no me hace falta recordar nada, vivo el presente, y pienso que abro el grifo y sale agua, y le doy para el otro lado y me sale caliente. No es eso ser afortunado?
No me flagelo por lo del progenitor, yo agradezco estar aquí, pero no me adecuo.
No pido, tengo de sobras y me sobran las mitades, sólo agradezco.
Me quedan cuatro días, y la mitad de noche, procuro rodearme de personas que me aporten. Y procuro escuchar.
Salut y buenas noches
Hay infelicidades interesantes y felicidades memas. Y sé bien que procuras escuchar, eso es importante. Salut, y buenos días.
EliminarPues mi domingo fue feliz, me vi cuatro partidos por la tele, en la mesa camilla(calentito),discutiendo con mi mujer de las jugadas. No faltó las magdalenas, la botella de anís y el café con leche. Nos reímos un montón con mis bromas y requiebros. Para colmo, vino mi nieta con su padre y me dio varios abrazos. Ya te digo.
ResponderEliminarSaludos.
Vivimos en un mundo de dualidades y para apreciar la cooperación hemos de hartarnos del individualismo, para valorar la felicidad seguramente hemos saboreado previamente la desgracia... .
ResponderEliminarSin duda las vivencias intensas provocan reacciones muy fuertes que nos pueden hacer ver la vida de otra manera, lamento ese dolor en la infancia que habrá tenido su influencia en tu vida. Y no entiendo que haya algo que agradecer en el caso de Lipton, su arte a mi me parece la secuela de un daño que no fue atendido y que se haya convertido en una gran artista no creo que compense el horror que vivió. En el caso de Dostoievski o de cualquiera que esté a punto de morir lo veo diferente, si conlleva un sobreponerse puede llegar a ser beneficioso. Del sufrimiento podemos sacar entereza y hasta puede haber situaciones terribles que de acabar bien nos dan perspectiva aunque en general, el sufrimiento en alto grado lo veo más como una desgracia.
La búsqueda de la felicidad es un anhelo muy humano y necesario en mi opinión porque a menudo nos vemos sometidos a grandes presiones. No obstante, el deseo tiene su medida como apunta Tot, y se puede convertir en una trampa que no nos deje apreciar lo que sí tenemos a nuestro alcance. Yo diría que amar lo que hacemos (siempre que sea posible) y aspirar a todo tipo de sueños es una buena receta en la búsqueda de la felicidad.
Un abrazo!!
Me encanta tu comentario indagatorio y que muestra que has leído muy bien lo que yo he escrito. El tema de Laurie Lipton me es especialmente sugerente, pues ella en lugar de erigirse en víctima -la pasión de nuestro tiempo- asume aquella desdicha y llega a agradecer a su violador porque aquello le hizo artista. Estoy harto de multitudes que se quieren convertir en víctimas. Yo no fui víctima, asumo con orgullo mi niñez y la incorporo a mi existencia pese a lo que pese. Sufrir me hizo comprender muchas cosas que me pueden haber servido después. Me ha hecho de determinada manera. No culpo a nadie, a nadie. No soy víctima. En cuanto al sufrimiento en alto grado, puede ser una desdicha, pero también una ocasión de crecimiento.
EliminarLa felicidad no se puede buscar, existe, está presente, la sentimos cerca de nosotros de modo inconsciente. Somos felices cuando ignoramos que somos felices, no hay fórmulas y envanecerse de una felicidad banal y de mesa camilla es el ejercicio más estúpido que pueda existir. Somos felices cuando ignoramos que somos felices. No hay búsqueda posible de la felicidad: no se trata de comer agradablemente, no se trata de pasárselo bien, no se trata de exhibir logros y metas, no se trata de mostrar que uno es feliz... La felicidad es discreta, no alza la voz, no se exhibe.
Muchas gracias, Ana, me haces pensar. Un abrazo.
La pintura seguro que le ayuda a deshacer el daño que arrastra y sobre todo su actitud de no caer en el victimismo. Al final agradecer lo que tenemos para construir nuestra vida es sin duda la mejor opción porque a partir de ahí podemos movernos sin ese lastre que es el victimismo, tan habitual como dices que nos parece normal quejarnos constantemente en vez de buscar soluciones. Hay un dicho "lo que no te mata, te hace más fuerte" que es tal cual, aprendemos más experimentando situaciones difíciles que cuando no hay tropiezos, aunque hay que reconocer que casos como el de Lipton son estremecedores, la verdad.
EliminarEn casos menos extremos, más cotidianos por decirlo de alguna manera, caemos en el victimismo cuando no tenemos fuerzas para responsabilizarnos de nuestros actos creo yo, aunque descargar la culpa en otros es un mecanismo de defensa efímero y el problema no desaparece por echar balones fuera. Y es cierto que la felicidad no se percibe en el presente, como nos sentimos bien no necesitamos etiquetar el momento, ya lo haremos cuando echemos la vista atrás. También coincido en que la felicidad, la libertad, la paz... son aspiraciones discretas, y se saborean a nivel intimo porque quien busque fuera seguramente se encontrará con un placebo.
Gracias a ti, disfruto mucho con estas reflexiones, es un tiempo bien empleado y participo feliz ji,ji.
Un abrazo!!
Un abrazo, Ana, coincido contigo y me gusta conversar sobre estas reflexiones también.
EliminarHacer "vida normal", buscar siempre el máximo relax o justificar ciertas actividades mínimas como lavar los platos como método para aliviar el gran estrés al que parece que todo el mundo está sometido, pueden ser justos objetivos, pero la vida se encarga de arrastrarnos hacia caminos inesperados, inexplorados, donde cualquier paso que demos estará dificultado por una realidad testaruda en su empeño por que lo pasemos mal, en ponernos a prueba. Si superamos la prueba, como el buen ejemplo que pones de los soldados, además nos empeñaremos en buscar esos momentos límite o nuevos caminos inexplorados.
ResponderEliminarCreo que hay en nosotros un patrón propio de la naturaleza humana, que empuja hacia el nivel de mínimo esfuerzo, pero la propia vida impide que caigamos en esa molicie.
Muy buen artículo. Te invito a visitar mi blog y comentar uno de mis posts.
Muchas gracias.
Clico en tu nombre y me lleva a tu perfil pero no aparece ningún blog, no sé cómo localizarte para conocer tus ideas y pensamientos. Me hubiera gustado.
EliminarBuscamos siempre el camino del mínimo esfuerzo, pero la vida se encarga de complicarnos las cosas -afortunadamente- y ponérnoslo difícil. Los seres humanos somos muy acomodaticios y tendentes a la banalidad. Pero las cosas no son tan sencillas porque en los resquicios, en los recovecos de la vida surge impetuosa la desdicha y el ponernos a prueba. No se trata de que nos envíen a un campo de exterminio soviético a sesenta grados bajo cero. No vivimos esa época, pienso, pero sí que estallan momentos de incertidumbre y de dolor que nos impulsan a intentar comprender. Los seres humanos somos frágiles y quebradizos. Aspiramos a la felicidad pero a veces no es tan sencilla la ley del mínimo esfuerzo.
Quiero visitar tu blog. Explícame cómo hacerlo.
Gracias.
Haz click aqui, por favor: https://marcosplanet.blog
ResponderEliminarYa me comentarás...
Saludos cordiales
Decía Camus que "La felicidad y lo absurdo son dos hijos de la misma tierra. Son inseparables". La felicidad de forma genérica puede ser cualquier cosa. Después está la felicidad que cada uno puede soportar. En los versos de Darío:
ResponderEliminarLa princesa está triste... ¿qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave de oro;
y en un vaso olvidado se desmaya una flor.
se adivina que alguien que lo posee todo no es féliz porque se le escapa algo. La felicidad entonces puede ser un déficit de deseos no satisfechos. En cambio alguien desposeido de todo puede ser un persona feliz con pocas y sencillas cosas.
La novela 'Ana Karenina' de León Tolstói, se inicia de la siguiente manera: «Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera».