Baricco considera –acertadamente- que la aparición del Iphone en 2009 presentado por Steve Jobs fue la culminación de un proceso en que el teléfono fue reiventado como experiencia lúdica. Sencillo y simple por fuera –para el usuario- y complejo por dentro. Y ya desde entonces se evidencia el carácter de juego (the game) de nuestra relación con la tecnología a diferencia de los primeros toscos primeros móviles. Añade que “el juego” es el fundamento de nuestra civilización frente a la idea de adquisición del conocimiento mediante el esfuerzo y el ahondamiento progresivo en una suerte de pirámide del conocimiento. Ahora todo debe ser fácil, simple y lúdico. Y, por supuesto, asumiendo la estética de los videojuegos que estuvo ya presente en los space invaders con que comienza su ensayo.
Un visionario extraordinario fue Stewart Brand que escribió que hasta entonces se había intentado cambiar la esencia del ser humano sin ningún éxito. Y él proponía que lo que había que hacer era cambiar las herramientas que este utiliza en lugar de intentar transformarle con filosofías o religiones. Así el hombre se acomodó al icono de pantalla-teclado con entusiasmo hasta llegar al iphone que transformaría totalmente el modo de estar en el mundo de las personas. Pienso esto y no me cabe duda de que es cierto. Nos hemos acomodado con entusiasmo a la tecnología porque en cierta manera su idea de unión con la máquina y el juego son parte fundamental de nuestra esencia humana.
Otra reflexión que me viene es a propósito de este fundamento que rechaza la profundidad y la complejidad del pasado en favor de la sencillez y la superficialidad. Ahí nos encontramos con la infantilización progresiva de la humanidad adaptada solo a lo simple y superficial, y eludiendo el pensamiento más profundo. Antes enlazaba un artículo de Peter Sloterdijk en que expresaba que este era un mal tiempo para el pensamiento complejo. Las herramientas que nos han proporcionado han llegado en el momento oportuno, es como si las estuviéramos buscando porque huyéramos del pasado complicado y denso, y, así, la superficialidad se ha adueñado del mundo. Hemos reivindicado nuestra dimensión de niños disfrutando con juguetes divertidos. Ahora todo tiene que ser divertido, llevar un ritmo ágil y rápido que se adapta a nuestro fluir interno. El arte o la literatura del pasado son lentos, complejos… Pienso en las vanguardias de principios de siglo que asumieron que el arte era juego, así el ultraísmo, el creacionismo, el futurismo –y su reivindicación del cine, las máquinas y la velocidad-, el cubismo, el surrealismo… Está claro que el arte ya asumía la idea de ironía y de juego como constitución interna de la creación. Ya lo estábamos intuyendo. Los hombres nos hemos hecho niños y no nos gusta ya lo complicado. Este proceso lo vi con mis alumnos. Recuerdo el placer que suponía el pensar a los alumnos de la década de los ochenta y noventa, y cómo se fue transformando en la transición del milenio para llegar definitivamente a mis últimos años como profesor en que definitivamente a mis alumnos no les gustaba ahondar ni pensar. Solo les atraía la superficie, el juego… Tenían escasa capacidad para relacionarse con cosas complejas y la literatura lo es, y de allí su renuencia ante la lectura. Toda la literatura que yo utilizaba en los años ochenta y noventa había quedado defitivamente envejecida. Yo lo vi, lo describí en el blog, pero desconocía qué había pasado y por qué. Ya sabía que era la tecnología el vehículo de la transformación de la mente de mis alumnos pero desconocía cómo.

Parece que hubo un problema con la publicación de mi comentario.
ResponderEliminarVenía a decir que, en efecto, el juego, la superficialidad y el infantilismo están presentes en cualquier realidad que queramos señalar, especialmente en el ámbito familiar y en el educativo. Todo debe ser fácil, simple y divertido. La cultura del mínimo esfuerzo y la fiesta permanente.
A todo esto solo cabría añadir el ingrediente que señalaba Guy Debord: la cultura del espectáculo, una sociedad donde las relaciones sociales se han transformado en una colección de imágenes y representaciones, donde lo importante es la apariencia y el consumo. El espectáculo lo domina todo y el consumismo es el motor que le da sentido. Un ejemplo representativo y muy ilustrativo de todo ello son las ceremonias de graduación: juego, banalización de la cultura, teatro, fiesta...
Esto lo escribí en 2019, pero desde entonces he evolucionado y pienso que el ser humano sigue siendo complejo y profundo aunque todo apunte a la superficie. La vida sigue siendo un desafío. Nacer en una familia con la que tienes los conflictos más importantes de tu existencia, crecer, ser capaz o no de amar, reproducirte o no -tener hijos es algo decisivo-, envejecer, decaer y morir, necesariamente nos hace serios aunque en la superficie juguemos a ser banales. Entre el Joselu de 2019 y el actual ha cambiado la idea de compasión. Cuando veo a un ser humano por frívolo que me parezca, veo a alguien como yo, todos estamos necesitados de amor. La idea de un mundo inane, por tecnológico que nos parezca, por estúpido que nos resulte, no es cierta. He querido traer un texto del pasado para ver cómo he evolucionado. Estoy de acuerdo en lo fundamental de lo que escribí pero ha variado mi mirada. Todo ser humano está desnudo ante la existencia, y esa desnudez me resulta hermosa. Sea quien sea. Sea quien sea. Repito mi aseveración. Saludos.
EliminarMis hijos leían y recuerdo que eran ya casi los únicos que lo hacían en sus clases al principio del milenio. Un beso
ResponderEliminarEspero que entrado el milenio tus hijos sigan leyendo.
EliminarEn realidad,
ResponderEliminartodo esto
empezó,
hacia el
año 2010/11,
con la llegada
de las redes
sociales,un
saludo.
Las redes sociales fueron una consecuencia inevitable de los smartphones de Steve Jobs. Sin ellos, las redes sociales no hubiera sido lo que han sido.
EliminarUna más que interesante entrada, JOSELU. Estoy muy de acuerdo en lo que nos expones, pero además lo estoy en la conformidad de los escritores que nos citas, Peter Sloterdijk, por ejemplo. De él no se tendría que dejar pasar sin leer un solo libro, Crítica de la razón cínica es, creo, un buen libro para conocer su pensamiento.
ResponderEliminarDices: "Ahora todo tiene que ser divertido, llevar un ritmo ágil y rápido que se adapta a nuestro fluir interno", y llevas razón, pues todo se hace, se construye para que sea efímero, rápido, y las cosas se necesitan "para ayer". No hay espera, ni paciencia, ni existe el ahorro, ni el futuro para utilizar lo que en teoría se hubiera ahorrado, porque todo ha de ser al momento: "lo quiero, lo pido y lo tengo". Esto hace que pensemos poco, y solo reaccionemos si lo que deseamos no está al momento.
Y efectivamente, "Toda la literatura que yo utilizaba en los años ochenta y noventa había quedado defitivamente envejecida.", como ha quedado el Larrousse, que aunque diga verdades, las tienes que buscar y hoy solo se ha de pedir a la I.A para obtener la respuesta.
Hemos perdido incluso la capacidad de curiosear.
Un abrazo
He vivido un fin de semana hace quince días que me ha hecho ver que hay mucha gente interesante y profunda. Pienso que paralelamente a una sociedad frívola, crece una necesidad anímica de espiritualidad. El ser humano está tan desnudo ante la existencia y ante la historia que necesariamente ha de buscar en la profundidad. La tecnología nos lleva al juego y la banalidad, pero paralelamente surgen otras necesidades existenciales. El siglo XXI será religioso o no será. Esto lo dijo alguien cuyo nombre ahora no recuerdo. Al lado de la banalidad más estrepitosa nace la necesidad espiritual. The Game de Alessandro Baricco es un libro optimista sobre la tecnología y yo lo juzgué negativamente porque me daba cuenta de que nos habíamos hecho todos más superficiales. Ahora no pienso lo mismo. El vacío, la nada, engendran su contrario. No toda la historia está acabada. La frivolidad, la epidermis, el juego, encubren una dimensión que está apareciendo. Actualmente, en los cines hay una película que se titula Los domingos de una adolescente que a los diecisiete años quiere profesar como monja. Esto hubiera sido inimaginable hace veinte años. Estamos dando la vuelta. Todo es simulacro, pero volvemos, volvemos, hacia la profundidad... Un abrazo.
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