miércoles, 22 de octubre de 2025

Secretos ancestrales: cómo los estados alterados de consciencia dieron forma a la guerra, el arte y la religión

Cuando pensamos en el mundo antiguo, la mente suele evocar imágenes de filósofos estoicos debatiendo sobre la virtud, matemáticos racionales trazando las leyes del cosmos y templos de mármol inmaculado bajo un sol sereno. Esta es la visión sobria y ordenada de la antigüedad que hemos heredado, una era definida por la lógica, la ley y la razón.

Sin embargo, esta percepción, aunque no del todo incorrecta, está incompleta. Bajo la superficie de la historia clásica yace un mundo mucho más profundo y complejo, uno en el que la experiencia humana no siempre estuvo guiada por la lógica. Investigaciones históricas y arqueológicas profundas revelan que los estados alterados de consciencia (EAC), a menudo inducidos por sustancias psicoactivas, no eran una actividad marginal, sino una parte fundamental e integrada de la vida antigua. Lejos de ser tabú, estas experiencias influyeron en la religión, el arte e incluso en la estrategia militar.

Este artículo destapará el velo de esta historia oculta para revelar cuatro de los ejemplos más sorprendentes e impactantes de cómo los estados alterados de consciencia dieron forma a las culturas de la antigüedad, desde los campos de batalla de Cartago hasta los oráculos sagrados de Grecia.

Guerra química ancestral: la estratagema de la mandrágora

Puede resultar sorprendente, pero el concepto de guerra química no es una invención moderna. Mucho antes de los gases tóxicos del siglo XX, los antiguos generales ya empleaban un sofisticado conocimiento de la farmacología vegetal para obtener ventajas tácticas en el campo de batalla, utilizando las propiedades de las plantas como un arma más en su arsenal.

El historiador Frontino, en su obra Stratagemas, detalla un ejemplo extraordinario protagonizado por Maharbal, un general cartaginés a las órdenes del legendario Aníbal. Enfrentado a una rebelión de tribus africanas, Maharbal ideó una estratagema brillante. Fingió una retirada apresurada, abandonando su campamento y dejando atrás una gran cantidad de vino deliberadamente mezclado con Mandrágora (mandrágora). Los rebeldes, al encontrar el campamento abandonado y el vino, celebraron su aparente victoria bebiendo abundantemente. La mandrágora, conocida por sus potentes efectos narcóticos, no tardó en hacer efecto, sumiendo a los perseguidores en un sueño tan profundo que yacían "como si estuvieran muertos" (velut defunctorum strati iacerent). Maharbal simplemente tuvo que regresar para capturar o aniquilar a un ejército completamente incapacitado.

Esta táctica revela mucho más que una simple artimaña; demuestra una comprensión aplicada de la farmacología como herramienta militar. Es un recordatorio impactante de que el conocimiento de las propiedades psicoactivas de las plantas era una tecnología poderosa, tan útil para la guerra como para el ritual.

Un lenguaje universal del trance: el secreto tras el arte geométrico antiguo

En cuevas paleolíticas, en el arte megalítico de Irlanda y en la decoración de cerámicas de la antigua Grecia o de las Islas Canarias, encontramos un repertorio recurrente de motivos geométricos: espirales, rejillas, zigzags, círculos y túneles. Durante mucho tiempo, estos diseños se consideraron meramente decorativos o abstractos. Sin embargo, la arqueología cognitiva propone una teoría revolucionaria: este arte no es abstracto en absoluto, sino una representación realista de una experiencia interna y universal.

Esta teoría se centra en el concepto de "fosfenos" o "fenómenos entópticos". Se trata de imágenes geométricas luminosas generadas por el propio sistema nervioso humano durante estados alterados de consciencia, ya sean inducidos por sustancias, meditación profunda, danzas extáticas o privación sensorial. Lo fascinante es que estas visiones son universales; personas de cualquier cultura o época ven los mismos patrones básicos porque surgen de la estructura de nuestro cerebro.

La implicación de esta teoría es profunda. Sugiere que gran parte de lo que consideramos "arte abstracto" antiguo podría ser, en realidad, un registro literal de las visiones experimentadas durante rituales chamánicos o ceremonias mistéricas. Estas formas geométricas no serían producto de la imaginación creativa, sino de la observación directa de un paisaje interior. Constituyen un lenguaje visual compartido por toda la humanidad, una forma de representar la estructura misma de la consciencia en trance.

La bebida de los dioses: un hongo psicodélico y su potente subproducto

En los antiguos textos indoiraníes, como el Rig Veda, se describe una bebida legendaria llamada Soma (o Haoma). No era una simple bebida, sino una deidad en sí misma, un néctar que otorgaba inmortalidad, conexión divina y visiones extáticas a quienes lo consumían. Durante siglos, la identidad botánica del Soma fue un enigma, pero la teoría principal, defendida por el investigador R. Gordon Wasson, apunta a una fuente sorprendente: el hongo psicoactivo Amanita muscaria.

Las descripciones védicas apoyan esta identificación. Se habla del Soma como una entidad que habita en las montañas, que posee un tallo pero carece de hojas, semillas o raíces, una descripción que encaja perfectamente con un hongo y no con una planta clorofílica. Sin embargo, el aspecto más contraintuitivo y revelador de su consumo es una práctica que los textos describen sin ambigüedad: beber la orina de una persona que previamente había ingerido el hongo.

La explicación es puramente bioquímica. Los principales compuestos psicoactivos del Amanita muscaria, como el muscimol, no son metabolizados completamente por el cuerpo y se excretan a través de los riñones. Esto significa que la orina de quien ha consumido el hongo sigue siendo potentemente psicoactiva, a veces incluso más que el propio hongo, al estar más "purificada". Esta práctica, aunque extraña para la sensibilidad moderna, era una forma eficiente de prolongar y compartir la experiencia divina, como lo atestigua la reverencia en los textos.

"Hemos bebido el Soma, nos hemos convertido en inmortales, hemos llegado a la luz, hemos encontrado a los dioses."

El misterio de Delfos: ¿vapores divinos o un potente alucinógeno?

El Oráculo de Delfos fue la institución religiosa más influyente del mundo griego. En su corazón se encontraba la Pitia, una sacerdotisa que, sentada en un trípode, entraba en un trance frenético para canalizar las profecías del dios Apolo. Durante siglos, ha existido un debate sobre el origen de sus visiones.

La teoría clásica, mencionada por autores antiguos, habla de vapores intoxicantes o pneuma que emanaban de una fisura en la tierra bajo el templo. Durante mucho tiempo, esta idea fue descartada por la falta de pruebas, pero estudios geológicos recientes han revitalizado la hipótesis al encontrar fallas geológicas activas bajo el sitio y detectar la presencia de gases con potencial psicoactivo, como el etileno, en las aguas de los manantiales cercanos.

Sin embargo, existe una teoría alternativa igualmente convincente que apunta a la farmacología. Esta propone que el trance de la Pitia era inducido por la ingestión de una planta: el Beleño (Hyoscyamus), también conocido como henbane. Esta planta era bien conocida en la antigüedad por sus potentes efectos, que incluían delirio, alucinaciones y una forma de "locura". La conexión es aún más fuerte si consideramos que el autor romano Plinio se refirió al beleño con el nombre de Apollinaris, vinculándolo directamente con Apolo, el dios patrón del oráculo de Delfos.

La verdad podría ser una combinación de factores: una predisposición causada por los gases geológicos y un estado de trance plenamente inducido y controlado mediante el uso del beleño. Esta posibilidad añade una fascinante capa de psicofarmacología a una de las instituciones más sagradas de la antigüedad, sugiriendo que la "locura divina" de la Pitia pudo haber sido una intoxicación cuidadosamente gestionada.

Conclusión

Los ejemplos explorados en este artículo demuestran que nuestra visión de una antigüedad puramente racional y sobria es una simplificación. Los estados alterados de consciencia no eran una anomalía, sino una tecnología fundamental del mundo antiguo. Se emplearon como herramientas para la guerra, como fuente de inspiración para el arte, como método para la curación y, sobre todo, como un puente para conectar el mundo de los mortales con el de los dioses.

Reconocer el papel central de estas experiencias nos obliga a reevaluar nuestra comprensión de las motivaciones, creencias y capacidades de nuestros antepasados. La historia de la conciencia humana es tan importante como la historia de sus imperios y sus batallas. 

¿Cómo ves en nuestro mundo la presencia y realidad de los estados alterados de conciencia? ¿Has participado en algún ritual chamánico -o no- para inducir dichos estados?

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