Estoy leyendo Postguerra de Tony Judt, libro que aborda la historia de Europa en los años posteriores al final de la guerra mundial y abarca aproximadamente hasta 2005. Hay muchos temas relevantes pero quiero traer uno que me ha parecido de singular importancia, me refiero a cómo se llevó a cabo el proceso de desnazificación de Alemania Occidental, la que estaba bajo administración norteamericana y occidental, no la que estuvo bajo la administración soviética.
Me he quedado bastante sorprendido, de hecho era un tema que no dominaba, al conocer el proceso por el que se enfrentó a los alemanes a su pasado nazi. Se intento investigar y depurar a los elementos nazis presentes en la vida alemana de posguerra, pero la realidad es que la inmensa mayor parte de las personas relevantes en el campo de la enseñanza, judicatura, industria, funcionarios, miembros de la policía o el ejército habían sido nazis con mayor o menos responsabilidad, y había que levantar un país en ruinas -la derrotada Alemania- intentando saber quién había sido quién en el periodo nazi de doce años. Fue imposible por más cuestionarios que se pasaran para determinar responsabilidades y dichos cuestionarios eran objeto de burla llamándolos “persil” por el nombre del famoso detergente. A muchos civiles alemanes se los obligó a visitar los campos de concentración donde se habían cometido las mayores atrocidades nazis, pero aquellos no estaban interesados en conocer su pasado y más bien se sentían objeto de la venganza por parte de los vencedores y se veían a sí mismos cómo víctimas. Para obtener cartillas de racionamiento en algunos casos se los obligaba a ver documentales sobre los campos de exterminio de Dachau y Buchenwald pero los asistentes giraban la cabeza y no miraban durante la proyección del documental. No querían saber y una buena parte de los alemanes seguían creyendo que el nazismo era una buena idea pero que había sido mal llevado adelante, igual que muchos seguían rechazando a los judíos con los que no querían convivir, y entendían que se los hubiera perseguido igual que a los polacos. No sabían qué pensaba el mundo acerca de ellos y más bien eran conscientes de las dificultades de la posguerra -carencia de bienes básicos como alimentos, ropas, educación, asistencia sanitaria- más que preocuparse por su pasado. El futuro canciller alemán Konrad Adenauer expuso en 1946 que la desnazificación estaba siendo llevada demasiado lejos y que había que dejar de perseguir a los compañeros de viaje de los nazis, y dijo que podía conseguir un resultado contrario al pretendido porque fomentaba la victimización de la población alemana.
El caso es que la mayor parte de los nazis, incluso pertenecientes a las SS y la Gestapo, no tardaron en reincorporarse a la vida laboral en una Alemania nueva, y los empresarios de las industrias de la muerte, tampoco tuvieron dificultades para volver a la vida pública.
En una encuesta de 1946 un 37% de los que respondieron dijeron que el exterminio de judíos, polacos y otras razas no arias era necesario por el bien de Alemania. Pocos años después de la guerra, un 25% de los encuestado tenían una buena visión de Hitler y no comprendían por qué tenían que ser castigados cuando en realidad eran víctimas de los aliados.
La tarea de desnazificación fue prácticamente imposible, salvo los juicios de Nurenberg en que fueron juzgados jefes nazis con distinto resultado, y en los que frecuentemente las víctimas fueron objeto de acoso por parte de los victimarios.
La reconstrucción de la nueva Alemania Federal fue hecha con el ingrediente del olvido porque buena parte de la sociedad había sido nazi con entusiasmo y formaban parte del sistema que ahora se pretendía juzgar.
Cuando Primo Levi era repatriado se cruzaba con alemanes y los miraba a los ojos para preguntarse cómo lo habían hecho, por qué lo habían hecho, y se encontraba el vacío en sus miradas, más que nada porque la mayor parte no se arrepintió jamás de lo que había pasado. Otra cosa es que hubiera que iniciar otra historia diferente. Se tardaría bastante tiempo para que los alemanes fueran conscientes de lo que había sucedido. Al final de la guerra, nadie quería recordar. Se impuso el olvido.